«No eres libre cuando haces lo que quieres, eres libre cuando expresas lo que eres»

Esta cita compartida en redes por mi querida compañera de grupo de debate Ana López provocó de inmediato en mí autoanálisis sobre mi grado de libertad y sobre la cuestión existencial, objeto de estudio e introspección de los grandes pensadores en la Historia de la Humanidad y por tanto, no cuestión novedosa para el ser humano ni de actualidad , aunque esté más de actualidad que nunca.

Bucear en ello y en la Filosofía para traerlo a esta entrada me ha hecho viajar en la Historia desde los antiguos griegos hasta los filósofos y pensadores de la «modernidad», así como recordar aquellas instructivas y útiles clases de Filosofía en mi carrera cuyo objetivo era «hacernos pensar»; esa Filosofía que cada día es menos presente en las aulas lamentablemente y que su ausencia en nuestra educación y desarrollo nos hace menos libres en cuanto seres con menos criterio. Como citaba Descartes (1596-1650), «Cogito, ergo sum (Pienso, luego existo) en su Discurso del método (1637). Y es en esa existencia donde nos cuestionamos el mismo concepto de libertad individual y social. Detenerse a pensar, autoconocerse, conocer a los demás, mirarse a uno mismo y a los otros, analizar las variables, los condicionantes que nos limitan, las palabras dichas o las que no decimos por miedo a las consecuencias, los actos en sí mismos que realizamos o dejamos de realizar, allí radica la base del pensamiento esencial que nos lleva a la pregunta sobre nuestra propia libertad, libertad individual y social, libertad de expresión y libertad de acción.

“La libertad se trata menos de hacer la voluntad de uno que de estar sujeto a la de los demás; todavía consiste en no someter la voluntad de otros a la nuestra» Rousseau, Del Contrato social.

Una de las concepciones más antiguas y restringidas del concepto nos lleva al derecho romano , definida como «la facultad natural en virtud de la cual el hombre puede hacer lo que quiera, salvo que lo prohíba la fuerza o el derecho«; pero más allá de esta concepción, la libertad humana ha sido objeto del análisis de grandes pensadores de todos los tiempos, como Aristóteles. Me he detenido en las reflexiones de Tomás Moro (1478-1535) que analiza a partir de él esa voluntad humana desde el cultivo de las cuestiones trascendentales y del espíritu y en el desarrollo de las facultades intelectuales. Según sus reflexiones, «La libertad del hombre puede ser tan amplia que permite indistintamente la posibilidad de pensar, decidir y actuar sobre lo pensado, de poder expresar lo que se ha pensado, de actuar conforme a las propias convicciones pero teniendo en cuenta que su libertad no debe contravenir los principios de verdad y de justicia y, claro, respetando el o los derechos del prójimo«(1).

Y me detengo en esta cita pues se introduce la limitación moral de la libertad en cuanto a la expresión armónica de las ideas a terceras personas, a la necesidad de la asertividad necesaria para la expresión, sin agresión y sin incitación al desprecio o al odio entre otras, vulnerando la libertad de los demás. Este concepto reforzado por Santo Tomás cuando limita la libertad al perjuicio ocasionado a los demás y de la dignidad humana en el momento que somos libres en nuestros pensamientos y creencias. Es Emmanuel Kant (1724-1804) en quien me detengo de forma especial, quizás por los dolores de cabeza que me trajo en su momento en aquella asignatura de carrera en el que era protagonista, quien posiciona el término de libertad en la autorregulación moral, el pensamiento crítico y el desarrollo del Conocimiento y la razón y por tanto del espíritu crítico en el que reposa esta libertad y la moral, pero también la acción y la expresión de dichas ideas, la libertad de expresión y la justicia que afecta auno mismo y a los otros.

Y antes de Kant y desde Kant, un sinfín de grandes pensadores que solo su análisis o referencia requeriría de esta entrada de un mayor nivel de profesionalización y Conocimiento que de esta humilde e ignorante persona que escribe en estas complejas cuestiones filosóficas. Escribo solamente desde esa persona que se cuestiona esa libertad cuando ve, lee, analiza y cuestiona la falta de libertad de expresión hoy en día en muchas facetas, en los medios de comunicación o en las redes, las grandes mentiras convertidas en verdades a base de repetirlas y que la Psicología explica desde el punto de vista científico; cuando veo el dogma y el insulto como forma de expresión ante la diversidad de pensamiento y creencias y por tanto vulnerando la libertad de las personas a expresarse. Cuando el insulto es el único argumento es que no hay argumento, cuando el pensamiento único quiere hacerse con el poder de la «Verdad», es cuando la libertad del ser humano en sí misma se cuestiona y tenemos que irnos a recordar la importancia de la expresión, pasando por el desarrollo intelectual y Conocimiento (en mayúsculas), que permita conocer, analizar y valorar todas las opciones. Si la expresión de las ideas pasa por el argumento único, el ataque a terceros y al dogma como opción, la libertad humana se limita y se da el Poder a la Tiranía, que al mismo tiempo dirigirá las mentes individuales hacia las creencias que favorezcan. Así que me lo llevo a mi profesión, a mi obsesión con las taxonomías de aprendizaje que llevo siempre al aula y a los docentes, para recordar que el criterio, el juicio, la opinión sobre algo implica un nivel superior de Conocimiento sobre ese tema en concreto y por tanto la humilidad, el respeto, la dignidad humana y el autoconocimiento antes de opinar sobre algo, debería ser la base en la que asentemos nuestra libertad en general y la libertad de expresión en particular.

Es Sartre y el existencialismo quien nos recuerda que la libertad implica la responsabilidad sobre las acciones y las elecciones, imponiendo la ética como valor sustancial y el límite que no se debe cruzar. Ser libre es ser totalmente responsable de lo que somos y de lo que hacemos y por tanto, también de cómo nos expresamos… El problema en mi opinión surge cuando solamente interesa acogerse a la libertad de expresión sin asumir las consecuencias ni la responsabilidad que conlleva y la agresión o justificación en otros es la salida más fácil y reduccionista; por tanto, como invitan las reflexiones referenciadas de esos grandes pensadores, ya no hablamos de libertad.

Querida Ana, estoy totalmente de acuerdo en tu argumento que ha provocado esta entrada, cuando comentas de las consecuencias de ejercer ese perqueño trozo de libertad que nos da expresar lo que somos, en los límites y en las consecuencias que podemos tener: «Doy fe de ambas consecuencias; es decir de la factura que nos puede pasar cuando no gusta a otros y se puede convertir en una persecución y reacción constantes y por otra parte de la paz interior y confirmación de estar haciendo lo correcto, sin olvidar que muchas veces esa reacción contraria hacia nosotros viene de la molestia que se crea en la conciencia de quien nos observa y se siente interiormente cuestionad@ ,eso es lo que más incomoda …» Una potente reflexión que tengo que compartir para hacerla extensiva a quien la expresión, el acto, el simplemente «ser» uno mismo y expresarse implique esas consecuencias. Y ese ya no es tu problema, sino el del otro y mucho más si la simple observación de tu persona les cuestiona. Muchas veces cuesta aceptarlo así, pero ese es el acto de libertad, de ese trocito pequeño de libertad individual: Ser y que ello no te limite Ser.
“Eres el dueño de mi cadáver; tómalo, no tienes poder sobre mí» Epicteto 

¡Muchas gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo

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(1) Referencias: La libertad en parte del pensamiento filosófico constitucional. Luis Raúl González Pérez http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-91932012000200005