¿Te ha pasado que tras estar o compartir con una persona habitualmente te sientes agotado, sin energía, como si un camión te hubiera arrasado? Estoy segura que la respuesta es sí, todos hemos tenido experiencias de este tipo y muchas veces no sabemos qué es lo que nos ha pasado o está pasando. Saber reconocer a tiempo los síntomas nos ayudará a tomar medidas. Seguramente lo que puede suceder es que estamos siendo víctimas de un «vampiro emocional»; sí, así se denomina a las personas que, al igual que un vampiro se alimenta de la sangre de sus víctimas, el emocional lo hace de su energía.

Ayer mi querido amigo y maestro Miguel Angel Otín, publicaba en su blog una entrada sobre el «virus sapiens», ese virus letal que yo identifiqué de forma inmediata con el vampiro emocional. Invito a leer las reflexiones que allí deja y que comienza de este modo nombrando al doctor López Otín, quien «… habla de la toxicidad humana, de la toxicidad del virus sapiens, y de los males generados por la humanidad…». «… No obstante, todos conocemos y sabemos qué personas son positivas y/o ¨vitamina¨ y qué personas tienen alguna de estas ¨cualidades¨: negativas, tóxicas, nocivas, cenizos, celosos, enterradores, comandantes escarcha, rajadores esquineros… y no pienso en personas con otras patologías más graves…».

Y como existir existen y las vamos a encontrar en todos los ámbitos de nuestra vida, me ha animado a intentar explicar este fenómeno del vampirismo emocional, así como intentar dejar algunas pautas para no ser «fagocitados» si es el caso.

Identificar a un virus sapiens o vampiro emocional es la primera de las tareas, siendo el principal síntoma esa sensación de agotamiento que nos deja tras la interacción social. La primera idea que nos viene a la mente del vampiro energético es la persona que se mueve en la negatividad, el «no» constante y la queja; da igual lo que hagas o digas que no salen de allí; pero también puede esconderse tras un falso optimismo y alegría que hace que la víctima le cueste identificar, pues se mueven en los celos y envidia frecuentemente; también lo podemos identificar en personas que nunca asumen sus responsabilidades, que echan las culpas de forma constante a otros, desde una posición victimista y que encuentran en otros la forma de lanzar sobre ellas su inseguridad o narcisismo, pues necesitan de esa interacción para ello. Como buenos vampiros, roban la energía de los otros para hacerse más fuertes. Suelen carecer de total empatía y es precisamente de las personas con mayor nivel de empatía de las que suelen alimentarse. Si los identificas, huye cuanto antes; si no puedes huir porque es una persona con la que tienes que compartir, pon límites. No intentes cambiarlos, porque no lo harán, no pueden ver más allá de sí mismos y suelen ser unos expertos de la manipulación y del chantaje emocional para conseguir sus objetivos. Ellos no se irán, se alimentan de ti, por lo que debemos asumir el control de la situación si se nos da el caso; y se buscarán otras víctimas si no encuentran en ti el alimento. Si el «virus sapiens» nos ha contagiado, es el momento de ir al médico y a la farmacia para cortar los síntomas, pero como en todo, no hay mejor que una buena vacuna. Y la vacuna no nos librará de la enfermedad pues el virus vampírico está por todos los lados, pero sí de la sintomatología grave que suele causar, si es de forma sostenida en el tiempo, con daños muy graves en el estado general de la persona, síntomas de ansiedad y baja autoestima. Por ello, es bueno conocer el funcionamiento; solo desde el conocimiento y detección de la situación podemos tomar decisiones si se nos da en caso.

La explicación científica del vampirismo emocional, la encontramos en la neurociencia. Como seres sociales que somos, nos relacionamos con todo tipo de personas y en esa relación se ponen en funcionamiento las llamadas «neuronas espejo«, descubiertas en 1996 por el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma en Italia. Fue un descubrimiento casual pero todo un hito para la Psicología en su avance científico.

Las neuronas espejo son un tipo de neuronas que se activan cuando se ejecuta una acción y cuando se observa en el otro ejecutar esa acción o se tiene una representación mental de la misma. Son la razón por la que lloramos ante una película triste, o lo hacemos cuando vemos el sufrimiento de otros; reímos cuando vemos reír; nos sentimos mal con una persona que está triste o enfadada y felices con alguien que desprende alegría. Esa es la razón por la que se les denomina «espejo» porque son la base de la imitación y del contagio emocional. Sí, las emociones se contagian y tenemos la explicación científica para ello, están en la base del aprendizaje por imitación y del desarrollo de la empatía, fundamentales en la interpretación de la comunicación verbal y no verbal; como espejos aprendemos y nos reconocemos, pues afectan a varias funcionalidades cerebrales en las que la corteza motora y el sistema límbico (regulador de las emociones) tienen un papel principal. Las neuronas espejo actúan sobre nuestra percepción, nuestro sistema motor, el lenguaje, aprendizaje y la construcción de las relaciones interpersonales, ayudándonos a interpretar la comunicación de los demás y sus intenciones. Como el propio descubridor de las mismas, Giacomo Rizzolatti, cita: “Las neuronas espejo son el ladrillo sobre el que se construye la cultura”.

Teniendo ya una explicación científica en la que se basa el vampirismo emocional, solo nos queda identificar aquellas relaciones sociales que son tóxicas y que nos contagian de aquello que no queremos ser. Si hay dudas sobre si estamos ante un vampiro, recomiendo una cita de Louis Pasteur que a mí me ayuda a tomar la decisión de eliminar o alejar a esa persona de mi vida : «Duda siempre de ti mismo, hasta que los datos no dejen lugar a dudas». Y el mejor dato es cómo te hace sentir esa persona en cuestión, cuando además es habitual y repetido, cuando sientes que acaban de robar toda la energía positiva con la que has comenzado un día y en cuestión de poco tiempo estás confundido, cansado y en un estado emocional descontrolado. Por tanto, la mejor de las ideas es aprender a reconocerlas para luego gestionarlas de la forma más saludable posible.

Si nos encontramos ante esta situación, la mejor y primera de las acciones que podemos tomar es huir y alejarnos; si no es posible porque tenemos que convivir con ello, la solución es tomar el control de nuestras propias emociones y dejar que no nos influya, poner límites en la relación; si la comunicación de cómo nos sentimos no funciona pues no hay empatía, no seguir por ese camino… Seguirá sin funcionar pues no son conscientes muchas veces ni quieren cambiar… Lo mejor es poner distancia emocional y hacer que no nos afecte, no compartir con esa persona más que lo imprescindible. Precisamente intentar dejar de ser racional con las emociones e intentar comprenderlas aquí no es la mejor solución; podemos caer en un agotamiento extremo intentando explicar y cambiar la situación y podemos llegar a tener la sensación de «volvernos locos» y «perder los papeles». La mejor forma de abordarlo es preguntarnos cómo nos sentimos, qué se mueve en nuestro interior para sentirnos así y asumir que no queremos la mochila del otro, que tenemos el control sobre qué mochilas queremos llevar y cargar. El lastre es un peso inútil que nos roba la energía para otras cuestiones más importantes en nuestra vida. Y lo más importante, si sabemos que las emociones se contagian… ¿Hay alguna razón más poderosa que esa para rodearnos de personas optimistas, alegres, impulsoras, que se alegran de tus éxitos, que comparten contigo y que te llenan de vitaminas y oxígeno para continuar? Son el mejor antídoto contra el virus sapiens. No es fácil, porque la víctima puede transformarse fácilmente y «mutar» contagiada con pronóstico fatal.

Por eso, mi querido Miguel Ángel, motivador en tu artículo de esta entrada, en la gestión de las personas en los entornos laborales, tan importante es detectar a los «capitanes cafeína» que contagien con sus superpoderes al resto, como detectar a los virus sapiens que se van inoculando unas veces con mucho ruido y otras de forma silenciosa… Impulsar a los «capitanes cafeína» y mantener controlados a los «virus sapiens» es contagiar de alegría, es contagiar de motivación y la motivación sabemos que afecta directamente sobre los resultados y el rendimiento. Ser consciente de ello es también el primer paso para la estrategia directiva de cualquier organización que quiera sobrevivir en nuestro entorno actual.

Recordabas el día internacional de la felicidad en el trabajo y la importancia de tener trabajadores felices para ser una organización feliz y por tanto de éxito, de atracción y retención de talento. Reconocer y gestionar a las personas, los optimistas y los vampiros es el primer paso para conseguir avanzar en ello. Las personas que nos rodean son las que son, y nosotros formamos también parte de esas interacciones sociales. Todos con nuestras mochilas que compartimos con otros. Identificar cuáles son nuestras cargas y cuáles son de otros es el primer paso para saber qué peso queremos llevar y qué lastre queremos soltar. La vida nos pone a las personas en nuestro camino, pero en nosotros está lo único que nos hace algo libres, la mayor de todas las decisiones personales: elegir a quien damos el poder de influir sobre nuestras emociones y sobre nosotros mismos, a quién hay que mantener en la distancia y con una buena mascarilla y con quién deseas contagiarte y seguir el camino hacia la autoestima, el bienestar y la «felicidad».

¡Gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo

https://www.linkedin.com/in/patriciatisner/