Una actividad que he repetido muchas veces en mi carrera profesional como docente abordando los procesos en la toma de decisiones o solución de problemas con mis alumnos, ha sido el desarrollo de dinámicas de grupo como «El refugio subterráneo» o «La isla desierta» entre otras; dinámicas en las que invitas a alumno a tomar una decisión sobre a quién salvarías o qué te llevarías en una situación ficticia, obligando a priorizar y argumentar en ese proceso decisional, al mismo tiempo que interiorizando el proceso cognitivo seguido para hacerlo consciente y aprender de él para extrapolarlo a situaciones reales. Las imágenes que estamos viendo hoy en todas las noticias de personas huyendo de la guerra en Ucrania, arrastrando una maleta me ha acercado a esa realidad no ficticia y empatizado como nunca antes ante lo que no es una situación imaginaria, sino muy real.

Y me ha traído a evocación y reflexión las situaciones que en mi vida me han transmitido amigos y alumnos refugiados entre otros, con quienes he compartido experiencias, que salieron de sus países huyendo en unas «vacaciones sin retorno», con un mínimo equipaje para no ser «pillados» en su huida, en un viaje solo de ida y con toda una vida en una sola maleta.. Y que en su momento me provocaron la reflexión que hoy traigo aquí.

¿Qué elegir, qué priorizar, qué meter en ese mínimo espacio cuando detrás se deja una vida entera? ¿Qué elementos priorizar cuando es muy posible que no puedas volver a tu casa, a tu hogar donde dejas todo aquello que no cabe en ese espacio? ¿Qué sentimientos desgarradores tienen esas personas que se enfrentan a esa decisión rápida, sin tiempo, unida a la terrible emoción del miedo, tristeza y rabia, empujados por el instinto más básico de supervivencia que empuja a la huida del terror? Olvidaba en mis clases, en esas dinámicas que utilizaba para explicar el proceso decisional, algo tan importante como el factor emocional que todo lo envuelve y que define y delimita el proceso cognitivo. Y es por ello que a día de hoy sé que no las volveré a utilizar nunca, pues sobrados estamos de casos reales como para tener que trabajar en lo irreal. Sé ahora más que nunca que ese ejercicio, esa actividad debe pasar por la empatía, que por mucho que trabajemos no podremos alcanzar a imaginar la situación real, pero al menos acercarnos en la medida que nuestro cerebro lo permita.

Sé que a partir de ahora, cuando afronte con alumnos esa situación lo haré desde esa realidad desgarradora, esas imágenes que hablan más que mil palabras, esos rostros que reflejan el miedo, dolor e indefensión… Y que unos días antes o solo unas horas separan la imagen de esa gran decisión de qué meter en su maleta cuando no se sabe dónde ir, cuando la incertidumbre del mañana, el sentimiento de pérdida de identidad, de hogar, de vida, embarga el proceso decisional. Hay decisiones duras en la vida, todos nos enfrentamos a ellas; cuando las tomamos siempre miramos las alternativas del futuro eligiendo aquellas que creemos más favorables y renunciando a otras (cualquier decisión lleva siempre una renuncia). Y siempre el consejo profesional es el de valorar las opciones con tiempo y reflexión y en futuro, además de hacerlo en momentos en los que el impulso o la parte emocional temporal no sea la que impere.

He tenido que tomar decisiones difíciles en mi vida; algunas kamikaces y sin paracaídas y en procesos muy duros de renuncia, una de ellas no muy lejana; pero siempre mirando adelante y sabiendo que era la mejor decisión, porque en lugar de mirar al pasado proyectaba al futuro. Al miedo lo controlé mirándole a los ojos e invitando a cenar a mis demonios. Y a pesar de la dureza, de los procesos psicológicos sufridos y la incertidumbre necesaria, la mochila de aprendizaje y los ojos puestos en la realidad, la felicidad y el futuro eran los que me han guiado a tomarlas. Encontrarme ante una posible maleta en un viaje a «ninguna parte» en un ejercicio de empatía, creo que ni se acerca a ello. No hay mochila de aprendizaje ni de recursos psicológicos ante esa situación por muchos demonios con los que hayas conversado en tu mesa.

Como reza una cita de Nelson Mandela, « Que tus decisiones reflejen tus esperanzas, no tus temores«.¿Cómo se afronta una decisión desde la irracionalidad y el instinto más básico de supervivencia es el que impera como el miedo, donde no hay alternativa ni futuro al que mirar, cuando no es una decisión individual, sino forzada?… ¿Qué seleccionar para llevarte contigo cuando la incertidumbre del mañana e incluso de las próximas horas de vida es la única alternativa viable, cuando aceptar que no tienes opción es la única alternativa posible?…

¿Qué elegirías para poner en esa maleta en una situación similar?… Sin palabras, pues la simple reflexión sobre ello invita al silencio y cualquier opinión o juicio carecería de sentido… Esa es solamente mi intención de hoy, provocar ese silencio reflexivo, esa empatía que solo nos hace un poco más humanos ante tanta deshumanización, ante el terror y la sinrazón; esa, junto al grito terapéutico en el que se ha convertido para mí escribir y compartir cuando intento comprender las razones del ser humano en sus acciones y me embarga la tristeza, la indefensión y la impotencia ante lo que somos.

Como reza Saint Exupery en la gran obra maestra El principito, «Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos», aunque las imágenes diarias que bombardean nuestro cerebro a través de nuestros ojos hablen directamente al corazón, a quien lo tenga.

¡Muchas gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo

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