Terminó el año, expectantes en la pantalla de televisión, con las emociones a  flor de piel tras escuchar la pieza impresionante que Nacho Cano nos dejó con la famosa pieza del grupo Mecano en una Puerta del Sol increíblemente silenciosa en un 31 de diciembre. Esperando las ansiadas uvas de la suerte para dejar este horrible año atrás, nos preparamos a comenzar un 2021 lleno de ilusiones y propósitos con nuevas escenas en nuestra película de la vida. Ese es el momento en el que nos prometemos a nosotros mismos cumplir una serie de propósitos y planes a hacer durante los próximos 12 meses que llegan e inconscientemente, pensamos y visualizamos este año que comienza, quizás con menos control sobre nuestras vidas y con una incertidumbre que nos ha envuelto en nuestro día a día… Pero aun así, allí están nuestros propósitos y una energía nos invade para cumplirlos; algunos planes se gestan en nuestras cabezas y de algunos, quizás, ya en ese momento sabemos que son solo intenciones, porque, ya sabemos a ciencia cierta, que no vamos a cumplir y, otros, quizás sí, quizás no.

Y en todos esos momentos y pensamientos están presentes y se explican los procesos motivacionales que pasan por nuestra cabeza de forma más o menos consciente en función de la complejidad del objetivo en cuestión.

Para explicar el complejo fenómeno de la motivación se han desarrollado numerosas teorías sobre ella. En estas teorías se define la motivación como energía, impulso, basado en necesidades, metas y objetivos.

Ahl (2006), en su trabajo sobre motivación sintetizó los aspectos sobre los que se basan las diferentes teorías de la motivación: económicos, sociales, psicobiológicos, de aprendizaje, dirigido por necesidades, cognitivo (expectativas, atribuciones, etc.) De todas las teorías existentes, me centro en este post en las cognitivas, en las del proceso y también la más compleja, pero que explica tanto.

Voy a intentar explicar ese proceso cognitivo de una forma simplista pero didáctica pues la complejidad del mismo daría para varias horas o en este caso de forma escrita muchas páginas… De las teorías centradas en el proceso, la de Lawler y Sutller (1973),  recoge la mayor parte de componentes (no se expone literalmente, sino que se hace una adaptación que facilite la explicación).

De forma simplificada y por partes, cojamos uno de los objetivos o propósitos (la teoría motivacional de objetivos da para otro post). ¿Lo tenemos? Invito a pensar en uno e ir trasladándola a la fórmula siguiente:

¿Qué probabilidad hay de que lo consiga? Detengámonos unos segundos y analicemos los pensamientos.

Pues tenemos que empezar porque la probabilidad de que lo consiga depende del esfuerzo que se invierta, de las habilidades que se posean y de las estrategias que se pongan en marcha para conseguir el objetivo. Estos tres aspectos son indispensables y funcionan conjuntamente. Cuidado con esos pensamientos de “Piénsalo que lo conseguirás” porque NO es así, la habilidad debe estar presentes para conseguirlo. Dicho de otro modo, por mi imaginación no pasa intentar inventar una vacuna, por mucho que lo piense, no lo conseguiré.

¿Por qué crees que el signo es el de multiplicación? ¿Qué paso si uno de los valores es cero?… Eso… Cero

Sobre las habilidades, por supuesto, autoconocimiento; sobre la estrategia y el plan, invito a leer el post sobre este tema de Esther Claver con quien nos hemos complementado hoy e integrado en nuestro encuentro semanal entre “h” olas y cuyo vídeo dejo abajo.

Seguimos pensando en ese objetivo… ¿Lo tenemos en la cabeza? Ya tenemos la habilidad, tenemos la estrategia, pero, ¿cuánto estamos dispuestos a esforzarnos para conseguirlo? Recordemos que si multiplicamos por cero el resultado es cero.

El esfuerzo que una persona ponga en un objetivo está en función de sus expectativas de poder lograrlo, de las expectativas que tiene de obtener su recompensa si lo logra, y, del valor que realmente dé a esa recompensa.

A su vez, cada una de estas variables será influida por otras, como las experiencias anteriores de la persona, el grado de autoestima y confianza en sí mismo, el grado en que se percibe a sí mismo como responsable de sus propios logros (locus de control) y, por último,  si realmente ese objetivo que quiere conseguir cubre sus necesidades, y si realmente merece la pena el esfuerzo invertido o puede llegar a lo mismo por otros caminos que requieran menos esfuerzo.

De forma esquemática lo vemos en la fórmula adaptada

Al mismo tiempo, toda la fórmula guarda un sistema de interrelaciones complejas, que hacen que tengamos en cuenta todos los factores de forma global para poder actuar allí donde sea posible, como en las expectativas, autoestima, habilidades y estrategias.

Y volvemos a encontrarnos el signo de multiplicación… Porque si una de ellas no se da, el esfuerzo a invertir será cero también. Dicho de otra forma, solamente nos esforzaremos en aquello que creamos que podemos lograr, en lo que creamos que nos vamos a sentir recompensados por ello  y al valor que le demos a esa recompensa. No moveremos un solo dedo por aquello que no cumpla una de las tres con un mínimo valor; no me motivaré con un dulce si no me gusta el dulce y lo que recompensa a uno puede que no recompense a otro. Por eso es tan personal e individual y de la Teoría general tenemos que volver a ese objetivo tan nuestro.

Porque a partir de aquí, si miramos en la imagen, muchos son los elementos que influyen sobre esas expectativas, como nuestra historia de éxitos o fracasos, nuestra autoestima y autoconcepto o el famoso locus de control, del que ya hablé en un post anterior del que dejo enlace aquí para quien quiera recordarlo.

Y como este post se alarga y todavía queda mucho por delante para pensar, dejo el prometido “efecto Pigmalión” para un futuro post, pues ha venido a mí una película con la que podré adentrarme en él y detenerme en él como merece; así que continuará, porque son expectativas y su poder sobre nosotros mismos y sobre los otros. No lo perdamos de vista, porque siempre está allí, en nuestras proyecciones y expectativas sobre nosotros y sobre los otros. Y como no, en las expectativas sobre los otros, también la decepción como probabilidad… Y vuelven a ser nuestras expectativas…

Piensa de nuevo sobre ese objetivo… ¿Has visto todos los elementos expuestos en las fórmulas? En los pequeños propósitos son menos conscientes, pero el proceso es el mismo; en los grandes retos, mi consejo es que te detengas en ellas, analices  bien y planifiques tu estrategia.

¡Por los propósitos cumplidos! Y también por los que no, porque si al final son solo ilusiones, ser consciente de ello también está bien, muy bien. ¡Feliz 2021 lleno de sueños, objetivos y planes con propósito!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

https://www.linkedin.com/in/patriciatisner/

Comparto el vídeo elaborado con Esther Claver donde abordamos el tema en nuestro semanal «encuentro entre h olas».

Encuentros entre “h” olas es una iniciativa conjunta con la Dra. Esther Claver, en la que ambas intentamos difundir de manera informal, en formato conversación, diversos aspectos de la Psicología, uniendo las perspectivas y aplicaciones desde la Clínica y la Psicología Organizacional. Colaboración, sinergias, equipo y amistad en nuestros encuentros.