«Las cosas que tienen un gran valor de uso con frecuencia poseen poco o ningún valor de cambio» Ricardo, 1817 En «Fraude, Codicia e Ignorancia» Luis Ferruz; Javier Rivas.

Leer el libro «Fraude, Codicia e Ignorancia» sobre Burbujas financieras de los doctores Luis ferruz y Javier Rivas ha sido revelador y aclaratorio para una ignorante de la Ciencia económica que soy yo para entender los procesos económicos y sociales que a todos nos afectan y que por tanto lo convierten en lectura obligada. Pero lo que me trae la entrada de hoy es lo que su contenido significa para mí en cuanto al maridaje perfecto que la Economía hace con la Psicología y que bien refleja en su título al ser elementos humanos los que provocan las famosas burbujas financieras y que yo hasta ahora desconocía. Resumiendo de forma simplista podemos decir que las burbujas financieras se forman cuando se da un mayor valor a un activo de lo que realmente vale en precio. Y así es como comienza el libro, diferenciando bien el concepto de «valor», «precio» y «utilidad» para situar en contexto el concepto en sí mismo y situar al lector en la naturaleza humana que deriva en la creación de burbujas cuando el fraude, la codicia o la ignorancia, o bien todas ellas juntas se ponen en juego para la creación de la gran «burbuja»

Y ello, como no, me ha llevado a reflexionar sobre mi campo, el de las personas, el de las organizaciones, el de las empresas, preguntándome sobre las burbujas que creamos en torno a las personas, su valor y su precio; llevarme al concepto utilidad me lleva no solamente al factor del trabajo sino también a la parte personal en la que podemos llegar a «utilizar» a otros o a sentirnos «utilizados». Demasiados temas en uno como para poder abordarlo en una entrada pero que sí al menos me permita lanzar las reflexiones oportunas. Hace escasas dos semanas un amigo me comentaba precisamente cómo hay personas a las que no se les reconoce su valor por sus aportación, conocimiento o características personales; y las comparaba con otros que, sin aportar tanto sabían negociar bien su precio en concepto de salario creando brechas de equidad en la organización, desmotivación e incluso fuga de talento. Por supuesto, nos llevó a una conversación intensa y prolongada con numerosas reflexiones que me trajeron al título de la entrada de hoy y al libro de referencia y a la reflexión inicial «Las cosas que tienen un gran valor de uso con frecuencia poseen poco o ningún valor de cambio. El aire y el agua son sumamente útiles; de hecho, son indispensables para la vida y sin embargo, en circunstancias normales no se puede obtener nada a cambio de ellos. El oro, por el contrario, aunque su utilidad es pequeña comparado con el aire o el agua, se intercambian por una gran cantidad de otros bienes«. (Ricardo, 1817).

Hay personas que son como el aire y el agua; absolutamente útiles para las organizaciones y/o para las personas que les rodean y que sin embargo no son valoradas en su justa medida o solo se hace cuando ya no se tienen. Son personas de gran valor y que quizás no son reconocidas como tales y a las que no se asigna un «precio» alto en cuanto a salario se refiere tanto en su vertiente económica como cuando nos referimos a salario emocional. Las hay también que son como el oro, de grandes «precios» y escasa utilidad o una utilidad «utilizada»; pero también las hay que son aire, agua, oro y diamantes, reuniendo todos los elementos necesarios para ser las grandes valoradas por su valor y utilidad en una sola. Y, en unos casos el precio será equitativo con su valor mientras que en otros no sucederá de esta manera. Y aquí es donde veo la sinergia en el mundo de las Personas con el mundo de la Economía en esa creación de burbujas y mi reflexión al respecto. Porque de la misma forma que se forma una burbuja financiera, el mismo proceso se sigue en la creación de una burbuja humana y donde también quizás el fraude, la codicia y la ignorancia entren de lleno en la formación de las mismas, tanto por parte de la persona que se las crea como de quien las «compra». No es raro encontrar «vendedores de humo»; ese humo que no es más que aire (en este caso inútil) que nutridos de propia ignorancia (ver entrada de https://patriciatisner.com/2021/05/09/la-ignorancia-es-atrevida/ ) y codicia se convierten en un fraude para quien los compra desde la ignorancia o, quien sabe, algún sentido de utilidad. Y esto aplica a cualquier relación humana en la que podamos vernos envueltos, sea de trabajo, familiar, amistad o de cualquier índole. Y, cuando ya salimos el ámbito laboral donde sí que puede haber una relación entre valor y precio (salario) y nos vamos a las relaciones humanas en general, mi pregunta y reflexión entre valor, precio y utilidad toma un destino diferente. Y es que en mi opinión, la valoración subjetiva que hacemos de las personas que nos rodean, las relaciones que construimos, se basan en expectativas de todo tipo; y las hay que buscan el intercambio, las hay que ofrecen todo sin esperar nada a cambio, las hay con precio, las hay que utilizan y las que se dejan ser utilizadas; las hay de gran valor que te ayudan a crecer y desarrollar y las hay que te pueden hundir. El problema es que en el caso de las personas, nuestra propia autovaloración, tan frágil e influenciable, queda a merced de la valoración de estas relaciones en muchos casos dejamos en manos de los otros y de esas relaciones; y que, como en el caso de las burbujas financieras, hemos podido dar un alto valor en nuestras expectativas a quien no lo valía tanto y por tanto puede terminar en una tormenta perfecta de «ruina emocional». Como en el caso de la Economía, el conocimiento es clave para tomar decisiones, porque no debemos olvidar el «Poder» que tenemos las personas de elegir con quien compartir, y el poder que damos a los otros sobre nosotros mismos, es nuestro; ese es nuestro poder y empieza por la propia autovaloración. Porque si algo tengo claro es que sí hay personas que se miden por dinero y por tanto tienen precio, pero a quienes quiero tener cerca son esas que son como el aire y el agua y que también son oro aunque no lo sepan, tan necesarias y al mismo tiempo tan poco ruidosas en sus valoraciones que brillan por sí mismas sin necesidad de «burbujear»… Simplemente, porque ¡no tienen precio!

Gracias Luis y Javier por vuestra amistad y por ser puro oro con diamantes sin precio por ser impagables para mí. Con mi entrada de hoy solo he querido daros un guiño de agradecimiento a todo lo que me aportáis.

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

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