Un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo. Un país es rico porque tiene educación. En definitiva, la riqueza es conocimiento. Y sobre todo un conocimiento que permite el respeto ilimitado por los demás”  Con esta cita de Antonio Escohotado finalizaba la entrada de la semana pasada «Filosofía; la ignorancia que pesa«. Entrada que provocó algunas reflexiones y aportaciones de amigos y profesionales que me animaron con sus mensajes a continuarla en la de hoy. Como la de Javier García Antón, quien con su respuesta provocó el título de esta y la continuación de esta cita con la suya: «… El consejero José Porta, impulsor de Walqa, volvía la oración por pasiva y decía que el conocimiento es riqueza. Y un aplauso porque el conocimiento permite el respeto ilimitado por los demás… y por nosotros mismos. Es la manera de crecer. Nosce te ipsum». Pedro Camarero completó mi entrada con una cita de Sagan en la que resumía perfectamente lo que había intentado expresar en mi defensa por la no extinción de la Filosofía en nuestras aulas: «Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio para manejarla».

El aforismo griego «Conócete a ti mismo» y con su traducción al latín en «Nosce te ipsum«, se atribuye a varios sabios griegos como Heráclito, Tales de Mileto o Pitágoras entre otros, sin conocer su origen real, aunque varios estudios clásicos y otros contemporáneos atribuyen dichas palabras a Sócrates. Tales atribuciones responden a que todos ellos lo utilizaron en sus bases filosóficas y teorías en la búsqueda del conocimiento constante y Sócrates lo llevaba a su máxima expresión, quien confrontaba a sus jóvenes discípulos con su realidad interior, consigo mismos, invitándoles al constante cuestionamiento de sus propias opiniones y les orientaba a la constante búsqueda de la Verdad y del Saber, aquella que existe en el fondo de cada persona. Dicha convicción y fuerza de Sócrates en sus argumentos fue tan grande que fomentaba la constante curiosidad sobre ellos mismos y el mundo que les rodeaba, convirtiéndolos en auténticos filósofos y, a lo que yo añadiría, auténticos científicos; es decir, investigadores de las cosas auténticas y verdaderas.

Que dicho aforismo quedara inscrito en el templo de Apolo en Delfos, lugar de culto a los dioses y donde se realizaban tantas preguntas para ser respondidas, nos muestra cómo no hay cambios en lo que hoy en Ciencia conocemos sobre la importancia del autoconocimiento en todas nuestras relacionales personales y profesionales; las Universidades se llenan de masterclass, ponencias e investigaciones; las empresas se formación en liderazgo y desarrollo de equipos, entrenamientos en inteligencia emocional y en el desarrollo de tantas competencias que se ofrecen como innovadoras, pero que, como aquí queda reflejado, son tan antiguas como desde que el hombre es hombre. No en vano se atribuye el salto evolutivo y cualitativo del sapiens al momento en que se da la introspección y que no se atribuye al resto de animales. Y que sean antiguas, de origen, pero al mismo tiempo sigamos trabajándolas y hablando de ellas, nos muestra de su importancia para el avance del conocimiento, de la sabiduría y de la búsqueda de la Verdad; porque ha pasado el tiempo, pero no ha cambiado en su importancia como pregunta vital. Saber que la Ciencia que hoy conocemos es hija de la Filosofía y de la mayéutica o arte de hacer preguntas que tanto dominó Sócrates y llevó como modelo de su Teoría y cuestionamiento constante, hoy sigue estando vigente, es un argumento demasiado valioso como para ser denostado hoy en nuestro Sistema Educativo, como denunciaba en mi entrada de la semana pasada, al quitar a nuestros jóvenes desprovistos de tales preguntas, de tales cuestionamientos, de recursos para afrontar sus propias decisiones vitales con criterio propio.

Cuando los griegos de la antigüedad se enfrentaban a una decisión difícil, se hacían las mismas preguntas que hoy nos hacemos y consultaban al Oráculo, buscando en él las respuestas. Para ellos la adivinación no era solamente una cuestión religiosa, sino científica, dotándola de elementos sobrenaturales, pero también materiales, pues no todos podían permitírselo, siendo el de mayor prestigio el de Delfos, bajo el monte Parnaso, como hoy sería un prestigioso hospital con los mejores cirujanos del mundo.

Lo que más me ha impresionado al investigar este lugar es la inscripción que se encuentra en el Templo de Apolo en el Monte Parnaso, Grecia; 2500 a.C. que reza así:

“Te advierto, quien quiera que fueres, ¡Oh; tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera! Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿Cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el tesoro de los tesoros. ¡Conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses!”. 

Para los antiguos , el aforismo “conócete a ti mismo” se refería a la idea de intentar comprender el pensamiento, las emociones, valores y conductas del ser humano; para ellos, comprenderse a uno mismo era sinónimo de comprender a los demás y viceversa. Y si esto as así, tal y como también defienden nuestras teorías científicas actuales desde el punto de vista de la Psicología, el autoconocimiento es la aptitud principal de esa inteligencia emocional y de esa empatía tan necesaria para mejorar las relaciones humanas , buscar el conocimiento constante, desarrollar la curiosidad y el conocimiento… Y , si se me permite, no seré yo quien cuestione a la Ciencia actual ni a tantos y tantos siglos de sabiduría en nuestros filósofos para decir que la Filosofía no es importante, porque prefiero pensar como Sócrates hacía y no conformarme con mi limitado conocimiento y seguir pensando y cuestionando, como así lo quiero para todos los seres humanos, dotados de la capacidad de introspección para desarrollarla.

Volviendo a mis años de estudiante universitaria y recordando aquella asignatura de Filosofía en la que el filósofo Kant era el protagonista, no he querido dejar de nombrarle, pues he recordado aquella obra sobre «Crítica de la racionalidad pura» que tantos quebraderos de cabeza me dio por lo complicada de su lectura y asemejada por algunos autores a un auténtico jeroglífico; analizando su filosofía e ininteligible teoría sobre el autoconocimiento, dicho autor nos dice que » somos afectados por nuestras propias operaciones mentales, la autoafección es el resultado de la acción del entendimiento sobre el sentido interno«. El otro día una compañera recordaba en un grupo de trabajo cómo nuestros pensamientos marcan nuestras acciones; a lo que yo añadí que también las emociones; pero que estas a su vez también marcan los pensamientos y las acciones, pues las unas no pueden vivir sin las otras.

«Nosce te ipsum» es la pregunta y la respuesta para todas las personas con la mente y el corazón abiertos, de espíritu inquieto y curioso, de quienes buscan el sentido y la razón de la existencia, de los actos, del desarrollo personal. Este sencillo aforismo no ha perdido nada su validez ni en el espacio ni en el tiempo. ¿Por qué ahora se le quiere quitar la importancia? Las mentes que no piensen, que no sientan curiosidad, que no busquen el Conocimiento sobre sí mismos y sobre los demás serán mentes cerradas, fácilmente manipulables y que perderán el control sobre sí mismos y sobre su destino.

Quizás esta cita encontrada en una página de internet, pueda dar un solo contrargumento, cuando el miedo es quien domina la escena para unos u otros:

“¿Conocerme a mí mismo? Si lo hiciera, saldría corriendo espantado” Goethe.

Como conclusión, me permito terminar con la Filosofía de Grandes maestros, antiguos y contemporáneos, en un grito constante por la defensa de la Filosofía en todos los niveles de nuestro Sistema Educativo, del desarrollo personal y del Pensamiento, del espíritu crítico en nuestras aulas y de las preguntas creadas y generadas en las mentes de nuestros discípulos actuales. Y en defensa de la igualdad de oportunidades a todos nuestros alumnos, vengan de donde vengan y tengan el poder adquisitivo que tengan, de poder «consultar al Oráculo» y no pase a ser un lujo solo alcanzable a unos pocos, como pasaba con los antiguos.

«…pues la cosa es como sigue: ninguno de los dioses ama la sabiduría ni desea ser sabio, porque ya lo es, como tampoco ama la sabiduría cualquier otro que sea sabio. Por otro lado, los ignorantes ni aman la sabiduría ni desean hacerse sabios, pues en esto precisamente es la ignorancia una cosa molesta: en que quien no es ni bello, ni bueno, ni inteligente se crea a sí mismo que lo es suficientemente. Así, pues, el que no cree estar necesitado no desea tampoco lo que no cree necesitar»(PlatónBanquete).

“El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots” Erich Fromm.

Debieron consultar al Oráculo, pues no iban nada desencaminados como adivinos del futuro…

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

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