«El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer» (Jorge Luis Borges)
Esta semana ha sido intensa, especialmente intensa en mi labor diaria, en aquello que me empeño por sacar a diario, a pesar y a favor de las circunstancias. Y en ese fragor del día a día, una inusitada actividad en los grupos externos a los que pertenezco y por los que trabajo e implico en la medida de mis posibilidades, pensando en el desarrollo y la mejora de aspectos de mi entorno, sobre todo en lo que implica formación, empleo y desarrollo. Lo que a mí me mueve al participar en ellos, los grandes profesionales con los que comparto y a quienes admiro, el gran conocimiento del que se me nutre hasta donde soy capaz de filtrar; y, cómo no, desde el autoanálisis más sincero, dar rienda suelta a mi necesidad de luchar por lo que considero justo y por aquello que mueve mis pasiones, que me impulsa e incentiva a seguir nutriendo mi mochila, desde la responsabilidad para transmitir a otros. Quizás es esta la principal razón que me mueve, el miedo y terror que despierta en mí la responsabilidad que cae sobre mis hombros cuando transmito a otros o a mis posibles alumnos en el futuro. Quizás es que con la edad, cada día soy más consciente del respeto que nos debemos a nosotros mismos y el que debemos a otros; quizás cada día respeto más la labor docente y a mi profesión. Tendré que pasarlo por el tamiz del autoanálisis.
Sea como fuere, en medio de una actividad frenética que pareciera que todos los astros confluyeran, una noticia local referente a los medios de comunicación y prensa en mi ciudad, me ha impulsado a escribir sobre la importancia de la información, objetividad, búsqueda del Conocimiento y Verdad para los profesionales de la Comunicación, entre los que me incluyo al ser objeto propio también de la Psicología Social y del ámbito docente. Más allá de lo personal y de las personas que hay detrás, a mí me ha despertado más si cabe la necesidad de escribir sobre lo que siempre defiendo y defenderé: la libertad de la palabra desde el respeto, la Verdad y objetividad como fin último de cualquier información, la Ciencia como base sobre la que argumentar, la experiencia propia filtrada por los sesgos y cuestionada desde el verdadero autoconocimiento y autocrítica.
Y me he visto a mí misma en mis últimos veinte años de experiencia profesional, sobre todo en mi labor docente, fundamentalmente en la formación de formadores en la Formación para el Empleo, pero también en los años en los que fui Profesora asociada en la Universidad de Zaragoza en los que combiné mi docencia de Psicología Social en la Facultad de Salud con docencia y dirección de TFGs a alumnos de Magisterio. Y siempre, el mismo mensaje para mis alumnos presentes o futuros docentes y que ahora vuelvo a gritar: ser conscientes de la gran responsabilidad que, como docentes tenemos cuando transmitimos nuestras verdades como ciertas; la necesidad de trabajar el autoconocimiento y el autocontrol; la importancia de ser conscientes de nuestros propios sesgos en la interpretación de la realidad y de nuestras experiencias, que seguirán siendo nuestras, pero que tendremos que ofrecer a los alumnos en términos de relatividad, preguntándoles y animándoles a cuestionarnos en nuestras verdades e incentivando su espíritu crítico. La necesidad de acudir a la Ciencia siempre que sea posible cuando «afirmemos» y dejando la opinión propia solamente cuando sea necesario para favorecer el pensamiento alternativo, cuestionando las propias «Verdades».
Y reflexionando sobre estos temas, ineludiblemente me ha llevado no solo al grito experiencial sobre esa gran responsabilidad, sino también a la base ética en la que se sustenta o debería sustentar cualquier ejercicio docente y de cualquier nivel educativo. Así que buscando algún artículo científico que me arrojara luz sobre el tema, he encontrado muchas investigaciones que lo abordan y que, por tanto, ha ocupado miles de hojas en numerosas tesis e investigaciones sobre el papel de la ética y la moral en la labor docente. Uno de estos estudios queda muy bien recogido en un artículo publicado en la revista «Estudios pedagógicos» de la Universidad de Chile, titulado Formación ética del profesional y ética profesional del docente , se recoge la importancia y relevancia que la formación ética tiene en los profesionales de la Educación, más allá de las competencias técnicas. Por ello he traído estas reflexiones a esta sección que denominé «Los Killer de la formación«, pues considero que no es uno más, ni siquiera «el Killer» por definición, porque no se puede matar lo que no existe. Y, en mi opinión, si en docencia no se parte de la premisa moral y ética, de la responsabilidad y del autoconocimiento necesario para afrontar la labor encomendada desde la gran responsabilidad que se asume, es que no es «docencia»; para mí es otra cosa.
Y mi conclusión en este aspecto, es que los docentes y los profesionales de la Educación no difieren en este aspecto del resto de profesionales de cualquier otro ámbito de Conocimiento; la Persona que ejerce esa profesión, sus actitudes y valores; esos que se forman en gran medida en el desarrollo de la infancia y adolescencia y se visualizan de forma tan importante en la edad adulta; la de esos adultos que educan y educarán en esas actitudes y valores a las nuevas generaciones, creándose un círculo vicioso de retroalimentación infinita hacia el futuro de todos. Y en Psicología sabemos de la dificultad de cambiar y formar en actitudes cuando ya están afianzadas en la persona y es por ello que son las competencias clave que se ponen en los procesos de selección de personal; las famosas habilidades blandas o soft skills tan de moda actualmente, pero tan conocidas y defendidas desde el ámbito científico del mundo laboral y de las Personas desde hace ya tantos años.
Si queremos desarrollar el Conocimiento y espíritu crítico en nuestros alumnos como objetivo último de la Educación, un gran cambio en los procesos de selección de docentes y en la importancia del desarrollo de competencias clave, más allá de las técnicas, se hace preciso. Los cambios en la Educación, el análisis del fracaso educativo, comienza por analizar y considerar a los principales actores del mismo; los Educadores y docentes. Y, para ello, en mi opinión, sería importante comenzar por los propios procesos selectivos de entrada y los requisitos exigidos a quienes dejamos esa gran responsabilidad, la formación recibida y profesionalizadora, la actualización permanente y la revisión de los estándares mínimos . Cuando hablamos de éxito educativo en Educación, siempre miramos al sistema finlandés, como ejemplo y modelo. En ello no suele haber discusión. ¿Por qué no copiar y recoger la experiencia de quien lo hace bien? Pero cuidado, imitar el sistema finlandés no es coger solamente su salario y prestigio y dejar que el resto funcione solo. El secreto del éxito finlandés es el RESPETO; el respeto al docente, el respeto a los alumnos y a la cultura del valor y del esfuerzo. Y el respeto no se compra; el respeto se gana. Y para que te respeten hay que empezar por el respeto hacia uno mismo. Una sociedad donde al profesional se le respeta y valora, se le cuida y forma. No creo que se invente la rueda, solo se la deja rodar.
¡Gracias!
Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo
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Canal de youtube Patricia Tisner
Los Killer de la formación. Sección creada con el objetivo de difundir las buenas prácticas en el sector de la Formación.
22 septiembre, 2021 at 4:38 am
Unos minutos de reflexión para los que nos dedicamos a esta tarea es imprescindible. Gracias Patricia
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