Ayer, con motivo del Día internacional de la Felicidad, muchos post y entradas llegaron a mi pantalla y una constante reflexión provocó en mí la necesidad de escribir algunas palabras, desde ese punto profesional pero también personal. Celebrar un día sobre la Felicidad es decir que no está normalizada la felicidad ni que es el sentir de muchos en su día a día. Porque, si nos preguntamos qué es la felicidad múltiples respuestas tendríamos y la Ciencia nos da algunas de ellas. Para hablar sobre ella y llevarla al terreno profesional de la Felicidad en el Trabajo y al personal para dejar mi reflexión, me he ido a la definición que la RAE hace del concepto de Felicidad y me he encontrado con esto:

1. f. Estado de grata satisfacción espiritual y física.

2. f. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Mi familia es mi felicidad.

3. f. Ausencia de inconvenientes o tropiezos. Viajar con felicidad.

Y se produce disonancia cognitiva con la Ciencia fundamentalmente en dos aspectos: satisfacción y ausencia de inconvenientes o tropiezos. Y en ellos me detengo.

La felicidad entendida con el significado de la RAE entonces, no es una constante en nuestra vida, porque no en todo momento la vida es satisfacción y sí está llena de tropiezos e inconvenientes.  De hecho, si seguimos las teorías del refuerzo  de la motivación, si nuestra vida fuera una constante satisfacción, llena de refuerzos, estos perderían valor pues nos saciaríamos de inmediato de ellos y, al mismo tiempo, caeríamos en la falacia de creer que no podemos llegar a conseguir más ni a crecer personal y profesionalmente: ¿para qué? Si ya estamos satisfechos… Teniendo en cuenta las necesidades motivacionales que tan didácticamente se nos explica en la Pirámide de Maslow de forma muy generalista (pero que nos sirve), la necesidad de crecimiento constante y de aprendizaje, esa que no se acaba nunca, nos impediría la felicidad. Y aquí me detengo. ¿Es así? En mi opinión, no, no es así. Precisamente es allí donde podemos encontrar los momentos felices, porque la felicidad no es tanto conseguir el objetivo como recorrer el camino para llegar a él.

Detenernos en el concepto de felicidad es detenernos en el autoconocimiento de nuestras necesidades, de nuestros objetivos y sueños, de aquello que nos refuerza y nos llena y nos provoca estados de excitación momentáneos y de satisfacción plena. Y si nos vamos a esos momentos, nos damos cuenta de que no son solo los objetivos cumplidos los que nos hacen felices; son los momentos en los que nos encontramos recorriendo el camino hacia ellos; es disfrutar de las personas, de los momentos, de los tiempos, de las experiencias del presente, que ni siquiera eran objetivos. Conseguir el objetivo de la satisfacción dura lo que dura: ese momento de excitación de saborear el premio; pero quizás conseguir ese premio me ha llevado años de sinsabores que nada compensan lo recibido o, a la inversa, llegar al objetivo es recordar con una sonrisa todos los acontecimientos, incluso los contratiempos, el esfuerzo, el sudor o incluso los conflictos e inconvenientes superados para lograrlo.

La felicidad no está tanto en esa satisfacción inmediata. Me ha recordado un post que ya escribí sobre «Felicidad en tiempos de Covid» y que invito a leer, pero también ha venido a mí el famoso estudio del psicólogo Walter Mischel en los años 70  en la famosa “Prueba del bombón” http://www.youtube.com/watch?v=RDUiO4SwXMs y que me invita a hablar en otro post sobre sus implicaciones en la Inteligencia emocional, con más detalle. De esta investigación se desprendieron conclusiones muy interesantes, como que aquellos niños que supieron retrasar sus recompensas y tenían un mayor grado de autocontrol, eran adultos más satisfechos, más competentes en el plano social, eficaces, con mayor autoestima y capaces de afrontar las frustraciones, asumir retos y responsabilidades; y, en suma, más felices que aquellos que buscaron la satisfacción inmediata y que de adultos mostraban signos preocupantes como irritabilidad, baja autoestima, entre otros.

Por tanto, podríamos decir que la definición de la RAE no coincide con lo que realmente significa e implica, pero encontrarle una correcta definición tampoco creo que lo sea. Lo que sí que está claro es que las competencias emocionales mucho tienen que decir en nuestros estados o percepción de felicidad en lo personal, pero también en lo laboral. De su importancia en la Educación , mucho que decir y he sido una gran defensora e impulsora siempre de ello.

Pero vamos al concepto de Felicidad en el Trabajo. En la actualidad vivimos en un entorno cada vez más revuelto, impredecible y agitado, saturado de información, con alta velocidad y profundidad de los cambios en  todos los ámbitos: individual, familiar y profesional. Se ha pasado de un sistema donde el conocimiento era el primer criterio a  tener en cuenta, a un sistema basado en las personas como totalidades, en desarrollo y en crecimiento, personas capaces de resolver conflictos y anticiparse a ellos, personas capaces de comunicarse de forma eficaz, de gestionar adecuadamente sus emociones y canalizarlas hacia el crecimiento y desarrollo. En suma, la persona como totalidad, en continuo proceso de autoconocimiento y con altos niveles de automotivación hacia el desempeño eficaz, y el desarrollo de competencias personales actitudinales y emocionales. Muchos estudios ya que relacionan satisfacción con productividad y en los que no me detengo por no extender.

Según Gardner (1983) “Actualmente, la sociedad muestra como ejemplos que aquellas personas que alcanzan altos niveles dentro de las organizaciones, o bien muestran altos niveles de satisfacción poseen un gran control de sus emociones, están motivadas y son generadoras de entusiasmo; saben trabajar en equipo, tienen iniciativa y logran influir en los estados de ánimo de sus compañeros

Y es aquí donde me detengo en la llamada “Felicidad en el trabajo”, que en muchas ocasiones hemos relacionado con tener una sala de videojuegos o de relax al más estilo Google y que muchas compañías se esfuerzan en implantar. Y está muy bien, porque se complementa, porque es un añadido si sirve dentro de una estrategia mucho mayor que comienza por crear los entornos donde las personas puedan recorrer sus caminos, plantearse retos y automotivarse. Y nada de eso puede darse si el clima laboral no es el adecuado, si la política de liderazgo está basada exclusivamente en resultados sin pasar por las Personas que los consiguen e impulsan, si gana más el “divide y vencerás” que el trabajo en equipo de verdad y la colaboración. Y si el clima es bueno y se trabaja para conseguirlo, más allá de unas encuestas de clima de trámite, entonces quizás poner un futbolín ayude, pero no más.

Y aún así, siempre habrá en todos los estamentos, también en los líderes, personas que viven en la penumbra y su zona de confort se encuentra en el conflicto continuo por la escasa inteligencia emocional, por los sesgos cognitivos o por sus creencias o por las circunstancias que sean… Y estarán, quizás muy cerca; como ayer leí en un post en linkedin, «el talento y el cenizo pueden estar cerca pero nunca mezclarse, como no lo hacen el agua y el aceite«.

Es labor de la estrategia empresarial y de sus líderes, potenciar el talento, potenciar el clima, potenciar una sonrisa, porque del «cenizo» y del mal rollo, todos huimos. Y el talento huirá en busca de otros entornos más felices. Y hasta el más automotivado y de reto puede terminar siendo infeliz en su trabajo con personas así cerca. Quizás el reto de nuestras organizaciones no sea solo buscar la felicidad en el trabajo para el que ya sabe cómo encontrar su felicidad , sino qué hacer con los que no y cómo gestionarlos para que no contagien al motivado; porque quizás muchas veces la función principal no es motivar, sino no desmotivar al motivado, poniendo todo el esfuerzo en crear el mejor de los entornos donde las personas sean más «felices» desarrollando sus trabajos.

Y crear el mejor de los climas empieza, solo empieza (que hay mucho más), por algo tan sencillo como sonreír, agradecer y reconocer, porque de una sonrisa sincera, de una alegría contagiosa para afrontar el más difícil de los retos, nadie quiere huir. Y quizás, allí ya hay parte de Felicidad . Todo un reto para los líderes de las organizaciones, que deben ser los primeros en contagiar «buen rollo» al ambiente «feliz».

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

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