Hace dos semanas Joaquín Garbó nos invitó en el grupo de participación de Luis Ferruz en el que tengo el honor de ser miembro, a analizar una de las películas que ha marcado hito en lo que a Personas se refiere en las organizaciones. Me provocó reflexiones, pensamientos y me comprometí a escribir esta entrada en lo que a Gestión de Personas en las organizaciones actuales es vigente o aplicable el mensaje de la película “Working girl”, traducido de forma bastante sesgada en mi opinión al español como “Armas de mujer”. Dirigida por Mike Nichols e interpretada por tres grandes como Melanie Griffith, Harrison Ford, Sigourney Weaver, relata la historia de una empleada no considerada por nadie y una “jefa” directiva y aprovechada de la autoría de un informe, idea de la primera. Con claro contenido al más estilo Hollywood y cierto carácter machista de la época, en el que se dibuja el éxito de las personas basado en el “aplastamiento” de las ideas, de las iniciativas y del talento bajo técnicas nada éticas de la dirección, voy a reflexionar sobre las preguntas que Joaquín nos dejaba, como si lo que se representa en la película sería admisible en nuestra sociedad y organizaciones actuales. Si existe la libertad dentro de ellas para expresarse y si este tipo de prácticas a día de hoy se dan. También si es ético o está justificada la invisibilidad de los trabajadores con iniciativas e  ideas bajo la justificación de los derechos de los “jefes”.

Y digo “jefes” de forma intencionada, para diferenciar claramente del concepto de liderazgo o dirección, porque el lenguaje marca el pensamiento y el concepto en sí mismo de “jefe” marca una jerarquía limitante y un estilo de liderazgo autoritario en el que se podrían justificar este tipo de comportamientos nada éticos en mi opinión, aquellos jefes que así se denominan y consideran.

Dirigir o liderar implica gestionar el talento, es potenciarlo y hacer «brillar». Un buen director brillará si su equipo brilla, crece y se potencia, sin más.

Y en base a las preguntas que se planteaban, recordé el comentario de un amigo , mando intermedio en una empresa, con quien suelo conversar sobre estos temas con frecuencia y quien se cuestiona liderazgo, actuaciones y formas de mejora. Me comentaba cómo intentar motivar a quienes a diario solo  presentan “su cuerpo” para comenzar a trabajar, esperando las instrucciones debidas. Y es que, al igual que hay “jefes”, hay “trabajadores” con esa misma estructura mental y organizativa. Y mientras todo encaje, quizás, solo quizás, funcione como ha funcionado ese sistema de forma tradicional al más estilo taylorista del S. XIX.

El  problema surge cuando las personas en la organización presentan su cuerpo, su mente y su alma, inundando de iniciativas, mejora y desarrollo su día a día y se topan con un “jefe” limitante. Y si atendemos al poder del condicionamiento de la conducta y a los procesos motivacionales que se dan en las personas, posiblemente esos trabajadores terminen presentando sólo su cuerpo y quizás parte de su mente, porque, lo que pasa en la película nombrada, es eso, de película al más estilo Hollywood.

Un buen líder, un buen director, no sólo atraerá talento; sabrá gestionarlo para que cualquier iniciativa sea tenida en cuenta, al menos escuchada, porque motivando al talento, se motivan los resultados, pues potenciando la idea, la motivación y la iniciativa se potenciarán los resultados. El talento atrae al talento y el mediocre lo aleja.

Si existen actualmente situaciones como las de la película del robo intelectual de las ideas, también entre malos compañeros, detectarlos es función de los líderes.   Afortunadamente, estas reflexiones, por el solo hecho de plantearlas nos sitúan en otros escenarios diferentes con respecto a hace 30 años. Ello indica que vamos en la dirección correcta en la gestión de las personas y en los estilos de dirección.

Ya he hablado en otras entradas sobre lo que esta pandemia ha dejado al descubierto en cuanto a   ello… Pensarlo, cuestionarlo, preguntarse si es ético, ya es un buen comienzo para cualquier líder que se precie; preguntarse qué significan las personas en la organización, también, y cuestionarse su estilo de dirección, más… La pregunta clave que todos deben hacerse es: ¿Qué son las personas en mi empresa? Y la siguiente… ¿Qué les motiva? Y… sobre todo, ¿Qué hay de mí? ¿Qué afán de protagonismo o inseguridades mueve este tipo de comportamientos? ¿Qué puedo cambiar o hacer para ello?  Si se puede cambiar, claro… Sin esas preguntas previas, internas, de introspección verdadera, nada se puede hacer, porque el cambio en el estilo empieza por uno mismo.

Las «armas del talento» se fabrican dentro, no se compran ni siquiera en una formación al uso, si ésta no cuestiona estas actitudes y provoca los cambios. En la gestión del cambio, la actitud, más la formación, está la fabricación de esas «armas para el talento»; el propio y el de los demás . En mi opinión, gestionar el «talento» no se compra; se trabaja y se gana 🙂

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo

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