¿Las buenas personas por sí solas pueden formar buenos equipos?

La semana pasada llegó a mí un extracto de una ponencia del ahora teniente general en reserva especialista en Unidad de montaña, Francisco Gan. Hizo una pregunta con su respuesta que ha provocado la entrada de hoy. Ante la pregunta, ¿Qué competencias y a quién seleccionar para realizar una exploración en el Ártico? ¿A quién llevar? Ante las respuestas de los allí presentes, ésas que todos daríamos sobre competencias clave de conocimientos, habilidades y actitudes necesarias como resistencia, perseverancia, solución de problemas entre otras, junto a unas condiciones físicas óptimas, él afirmó de una forma rotunda. «Sólo buenas personas» y por tres razones clave: «asumen sus errores, perdonan los errores de otros y en equipo son capaces de cambiar el mundo». Y, ¡no puedo estar más de acuerdo! Siempre y cuando se tengan las otras competencias clave, claro. Sólo con ser buena persona no es suficiente, pero recoge muchas de las competencias actitudinales necesarias este concepto.

En situaciones límite, en condiciones difíciles, yo sólo querría tener a mi lado a aquellos en los que realmente pudiera confiar; esas personas que todos sabemos con las que iríamos al fin del mundo, pues tienen nuestra confianza plena. Ésas que en condiciones normales no tienen problemas en asumir sus errores, que impulsan y empujan a quienes tienen a su lado y quienes no salpican a los otros en sus problemas o errores para salvaguardarse. Si eso se da en condiciones normales, en situaciones límite y en los que pueda estar en juego la vida, desde luego, estas actitudes se multiplicarían, poniendo en juego la misión y al equipo. Si no se tienen, yo no confiaría, no iría, por muy buenas competencias técnicas que tuvieran los otros. Necesitaría la suma de todas ellas.

Al escuchar estas palabras recordé una entrevista realizada a Daniel Goleman, profesor de Psicología en la Universidad de Harvard y que saltó a la fama tras la publicación de su libro «Inteligencia emocional» en 1995, difundiendo en gran medida este concepto psicológico y su aplicación a diferentes contextos humanos entornos, entre ellos profesionales. En dicha entrevista hace unos años afirmaba las mismas palabras, desarrollando el concepto de la importancia de tener «buenas personas» en los equipos de trabajo, ésas con grandes dosis de inteligencia emocional, donde la autoconciencia, la automotivación, la empatía y la comunicación son piezas clave en el éxito y desarrollo. Cuantos más años cumplo, más firme es mi convicción en este sentido.

¿Qué define a una buena persona? Son muchas las definiciones que intentan centrar la idea de lo que es ser «buena persona». Una buena persona es aquella que siempre desea lo mejor para los demás y actúa en consecuencia. De forma simplificada podríamos decir que «es esa persona que no sólo se queda en las palabras , sino que la vemos en las acciones«. Es esa persona que siempre se reconoce en los espejos de los otros, con gran dosis de empatía, honesta y humilde; es esa persona que no se siente en absoluto por encima de nadie, que le guía el respeto hacia sí mismo y hacia los demás, que asume sus errores y que se mueve en la constante curiosidad y saber, lo que le inspira a rodearse constantemente de personas sabias y humildes, buscando personas mejor que ella, pues no le mueve la envidia en sus relaciones. En realidad es una persona que tiene relaciones muy sanas con los otros y en las que la manipulación no tiene cabida. Directa y honesta se comunica intentando no herir a nadie, diferenciándose de aquellas personas que envueltas en una «sinceridad» oculta, hieren con sus mensajes. En muchas ocasiones estas cualidades pueden ser vistas como debilidad pues la sensibilidad le acompaña y su capacidad empática puede ser malinterpretada por «sumisión» por quienes no entienden de este concepto, por lo que pueden ser objeto de gente que quiera aprovecharse de ellas.

Seguramente la mayoría de las personas nos preguntamos en algún momento de nuestra vida si somos buenas personas y sólo aquellas que manejan bien el concepto autoconocimiento y lo integran, obtendrán las respuestas más cercanas a la realidad. Palabra clave, autoconocimiento, clave para el desarrollo de esa inteligencia emocional, pues sólo desde allí se pueden valorar las debilidades y potencialidades, pero también desde allí buscar la forma de mejorar y desarrollar y también de valorar y autoanalizar sus fallos, porque también fallan y no siempre siguen esos principios que les mueven con los otros. Como personas con principios férreos y valores muy integrados, serán capaces de corregirlos y mirar hacia adelante.

Para mí esas personas son la esencia en la que se esconde la belleza, esa belleza aristotélica que va más allá de la física, es esa belleza moral y de búsqueda de excelencia ética. Las buenas personas se detienen allí, en los detalles, en la equidad, la justicia, lo ético.

Son personas bellas que se detienen en lo bello y no es de extrañar verlas disfrutar de forma intensa en los pequeños detalles, en las cosas bellas que sólo se ven con los ojos de quien las mira. Estas cualidades les dan la fuerza para afrontar las situaciones con sentido del humor, con optimismo, por lo que normalmente las veremos luchando y defendiendo lo que creen y además hacerlo con su fuerza y rodeándose de otros semejantes.

Creo que no hace falta más, creo que no se necesita argumentar más. ¿Quién no quiere a su lado a alguien así? ¿Quién no quiere a esa persona a su lado para afrontar su día a día en el trabajo o en aquellas situaciones límite en la que podemos encontrarnos?

Pero de repente, surge la pregunta, esa pregunta que siempre genera debate en las tertulias entre los profesionales de personas y liderazgo. ¿Es bueno crear lazos afectivos con los compañeros y/o con tus responsables o equipos? Porque si el éxito de nuestras organizaciones y de nuestros equipos pasa por llenarlas de buenas personas, si éstas lo son de verdad, abrirán y generarán lazos afectivos sin buscarlo, simplemente porque SON y ESTÁN. Y si la cuestión va de Confianza, ésta no se da sin haber abierto la posibilidad del afecto para que ésta se genere, porque comenzará por algo fundamental que es la relación basada en el respeto y la admiración sincera y mutua; muy difícil llegar allí sin bajar a la persona.

El equipo que se forme, esa relación que debe darse para afrontar una exploración por el Ártico comienza por el reconocimiento y la valoración de las cualidades virtuosas del otro, como decía Aristóteles y que sean «buenas personas» como decía Goleman o Gan con quien he comenzado este escrito. Reconocerlas y hacerlo de forma adecuada y diferenciarlas de quienes sólo tienen palabras, será la responsabilidad del otro, de cada uno de nosotros para decidir acercarnos o alejarnos… O simplemente cuestionarnos las razones si vemos que no se acercan… O se van de nuestro lado… Quizás ni siquiera seamos conscientes de que lo son, si nos falta el autoconocimiento, los valores necesarios y juicio crítico para ello. ¿Podemos identificar a una buena persona si uno no lo es? Creo sinceramente que no, sencillamente la verá marchar de su lado y no sabrá por qué.

Y .. luego, la realidad. Me gustaría tener una estadística de «buenas personas»… ¿Quizás nos sorprenderíamos? Y aún siendo, en las interacciones y roles que toca jugar… ¿Cambian con el contexto? ¿ Les cambian? Esto ya… Para pensar…

«El individuo sabio querrá estar constantemente con quien sea mejor que él». Platón

¡Muchas gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Formación y Desarrollo

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