«Podrás amenazarme, encadenarme, encerrarme o exiliarme. Pero yo te recuerdo que ni Zeus podría quitarme el poder de decidir mi actitud». (Epicteto)

Hace unos días un amigo muy  sabio, de los que se quiere tener siempre cerca por lo que aporta y provoca,  me retó a hacer esta entrada en una conversación en la que intentábamos situar nuestra realidad actual en las principales corrientes filosóficas que tanto nos aportan y enseñan. No, no inventamos nada nuevo cuando hablamos de la realidad social a lo que ya los antiguos griegos nos decían y otros tantos filósofos a lo largo de la Historia y que la Psicología se ha encargado de recoger en concepto científico.

La Historia de la Filosofía ha estado llena de dicotomías entre razón y emoción, autocontrol y placer, providencia y destino con control de la propia vida, creando escuelas que orientaban a quienes se adherían a ellas en la búsqueda del conocimiento, la felicidad, la virtuosidad y la vida plena entre otros objetivos humanos y comunes a lo largo de los siglos.  Es el caso de las principales corrientes helenísticas creadas en los siglos IV y III a.C  creando escuelas de pensamiento filosófico con el estoicismo o epicureísmo entre otras, entendiendo que la filosofía es para el alma lo que la medicina para el cuerpo. Unos auténticos precursores de la Psicología actual. No referencio por no extenderme en lo que las diferentes escuelas nos enseñan en su extensión.

La filosofía estoica, o en términos  coloquiales como la entendemos “Tomarse la vida con filosofía”, hunde sus raíces en los procesos racionales y es una precursora de la Psicología conductual cognitiva.  La razón, el proceso racional del ser humano es la base sobre la que se sustenta esta corriente helenística tan presente a lo largo de dos milenios. Es en la opinión y el pensamiento sobre la realidad que nos rodea donde hunde sus raíces; es en la “aceptación” de esa realidad que no se puede cambiar y centra el foco en aquello que sí está en nuestras manos. Una filosofía un tanto determinista en cuanto que se basa en una realidad conectada y predeterminada que choca de lleno con el control que tenemos sobre nuestras propias vidas y destino, pero que al mismo tiempo centra su teoría en el autocontrol de las pasiones como modo de vivir una vida plena.  Del otro lado, el  epicureísmo, corriente filosófica que basa la existencia humana y la felicidad en la búsqueda del placer, centrada fundamentalmente en esa búsqueda de placer espiritual y no tanto corporal, más propio de los hedonistas.

¿Son tan diferentes ambas filosofías en nuestra interpretación actual desde la Ciencia y la Psicología? ¿Qué nos enseñan ambas para afrontar el mundo actual en el que vivimos? ¿Cómo es el estoico del Siglo XXI?

Respondiendo a la primera de las preguntas, en mi opinión, no son tan diferentes en la actualidad y desde la Psicología; el estoico busca la ausencia del dolor y el epicúreo la búsqueda de placer, pero ambos lo hacen bajo el prisma del autocontrol de las pasiones. Y es en las actuales teorías centradas en la inteligencia emocional donde encontramos  ese equilibrio entre ambas enseñanzas. Recordemos que la inteligencia emocional de la persona se basa en el AUTOCONOCIMIENTO, el reconocimiento emocional y la gestión de las propias emociones, lugar donde confluye pasión, emoción y razón en los procesos internos de AUTORREGULACIÓN. Porque sabemos que dejarnos llevar por las emociones sin ese equilibrio con la razón tiene consecuencias en nuestra vida, nuestras emociones y nuestras motivaciones, con todo lo que ello lleva implícito de CONTROL  de nuestras vidas. Es en el EQUILIBRIO, en el conocimiento de nuestras emociones, de nuestras motivaciones, de nuestros procesos cognitivos donde tenemos el control de nuestras vidas.

Separar lo que está bajo nuestro control, lo que podemos cambiar y lo que no, lo que tenemos que aceptar simplemente, controlar o descontrolar es lo que nos hace libres para vivir esa vida plena de la que hablaban los antiguos.

Lejos de ser deterministas, veo a los actuales estoicos del Siglo XXI como personas con una mochila llena de recursos para afrontar la adversidad, pero poniendo el esfuerzo y el foco en lo que sí está bajo su control, provocando los cambios necesarios en sus vidas para ello.

En Psicología actual buscamos en los llamados “locus de control” y las “atribuciones causales el pensamiento interno que pone en funcionamiento los procesos motivacionales para poner esfuerzo en el cambio de aquello que sí está en nuestras manos. Y siempre habrá personas que pondrán en el destino el foco para no hacer nada por el cambio. Hoy sabemos que es cuestión de diferencias individuales buscar las causas efectos de lo que nos acontece y, por tanto, siempre existirá esa dicotomía. Es en el ser individual, en el individualismo, en el autoconocimiento donde encontramos las respuestas.

En una sociedad actual guiada más por el hedonismo, la satisfacción inmediata, el aquí y ahora, ¿qué cabida tiene la razón, la motivación, el esfuerzo puesto en los procesos internos?  Una sociedad en la que el individualismo cada día se ve más denostado en pro de pensamiento colectivo determinista y cegado por la satisfacción inmediata, un estoico lo es de verdad en su pura esencia; ese estoico que tendrá que aceptar lo que no puede cambiar, ese estoico que será incluso cuestionado por ver y analizar la realidad. Como nos recordaba el gran maestro Sócrates «¿Por qué deberíamos prestar tanta atención a lo que piensa la mayoría?» 

En nuestros pequeños mundos y realidades, querido amigo, bajando al ser individual, veo al estoico del siglo XXI como esa persona incomprendida en muchas ocasiones, cuando decida apartarse de realidades o personas que no aporten, que tome el control de su vida en ese equilibrio entre ausencia de dolor y búsqueda de placer desde el autoconocimiento, de lo que le mueve e impulsa, de sus pasiones y sus razones. Esa persona  que aceptará realidades que no puede cambiar pero que NO lo hará desde la resignación, sino desde la protección y, que, en silencio, cogerá el timón de su propio destino a pesar de todo.  Y lo hará desde el autoconocimiento la decisión libre de gestionar sus emociones y pasiones cuando así lo considere.

«Nada, a mi modo de ver, es una mejor prueba de una mente bien ordenada que la capacidad de un hombre de detenerse justo donde está y pasar algún tiempo en su propia compañía». (Séneca)

Esa persona que tenga el poder de DECIDIR qué acepta y qué no, qué gestiona y qué deja fluir asumiendo todas las consecuencias en sí mismo y en los otros. Esa decisión constante que le hace libre, el único reducto de libertad que le queda, más allá de cambiar solamente la opinión sobre lo que le acontece como defendían los primeros estoicos o la propia Psicología cognitiva.

«El hombre conquista el mundo al conquistarse a sí mismo«. (Zenón de Citio)

¡Muchas gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo

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