El dilema de la disonancia cognitiva
En el anterior post en el que comenté el tema de las atribuciones causales y sus variables a tener en cuenta, terminaba abriendo unas preguntas sobre las consecuencias de las mismas, introduciendo el concepto de “sesgos de atribución” y “disonancias cognitivas”. De alguna manera, estas Teorías de la Psicología Social ayudan a entender procesos por los que pasamos como humanos en nuestra realidad diaria y más la que nos ayuda a interpretar la actual , nuestro comportamiento, y el de los demás. En este post me centraré en la disonancia cognitiva, dejando los sesgos para otro posterior.
Fue Leon Festinger, quien en 1957 publicó su Teoría de la disonancia cognitiva y que sigue vigente en la actualidad o también llamada la Teoría del autoengaño, al explicar cómo las personas intentamos mantener la consistencia interna de nuestros valores, creencias y experiencias interiorizadas, ante situaciones diferentes que las confrontan. Podemos decir de este psicólogo estadounidense que es uno de los padres de la Psicología Social y su influencia en este campo en diferentes áreas ha sido de alto impacto y aplicaciones como en el cambio de actitudes, los procesos motivacionales, el estudio de los grupos, entre otras.
De forma didáctica, voy a intentar explicar su Teoría intentando llevarla a ejemplos diarios en los que todos nos podemos reconocer, con el objetivo de hacernos reflexionar sobre nosotros mismos y también sobre los demás.
La disonancia cognitiva es lo que se produce cuando nuestro cerebro entra en contradicción entre lo que tiene almacenado en sus sistema de creencias y actitudes, con los estímulos nuevos o conductas. Necesitamos como seres humanos que todo tenga coherencia, orden y que nuestras creencias y conductas sean congruentes. Si se produce un conflicto entre ellas, nos provoca malestar o ansiedad e intentamos reducirla y resolver cuanto antes para ello, en busca de la armonía de nuevo.
Y lo que hacemos para reducir la ansiedad, que es como una “alarma necesaria” para nuestro cerebro, es intentar cambiar la conducta que me provoca la disonancia o a defender como Verdades las propias creencias, incluso llegando al autoengaño e incluso aceptando las mentiras como verdades.
Hay un estudio del propio Festinger junto a Merrill Carlsmith en 1959, que demostró cómo las personas que se autoengañan resuelven la disonancia en este sentido, aceptando incluso las mentiras de otros y las propias como la verdad. Creo que empezamos a ver ejemplos, ¿Verdad? Cuando una persona defiende lo indefendible, a pesar de tener datos objetivos que le enfrentan a su Verdad, seguramente lo que está viviendo es este proceso de autoengaño y de autoafirmación, pues es lo que le provoca cierta tranquilidad y orden. Se podría haber resuelto de otra forma más positiva, pues la persona se encontrará una y otra vez con ello al no quedar resuelto si el hecho o la idea siguen continuando en el presente y futuro; de hecho, el cambio de actitudes se produce cuando lo resolvemos de otra forma, cuando los argumentos y la objetividad mandan antes que las creencias previas. En un caso y otro lo que intentamos hacer es darle racionalidad a nuestra respuesta.
Festinger y su colaborador Carlsmith diseñaron un experimento que demostró como racionalizamos los comportamientos contradictorios y tendemos a cambiar las opiniones para ajustar la balanza cognitiva.
Con estudiantes de la Universidad de Stanford realizaron un experimento en el que dividieron a varios grupos. Se les solicitó elegir una tarea aburrida y tenían que decir a otros (en formato experimento que no explico por no extenderme), que aquella tarea que iba a realizar era divertida. La diferencia es que a un grupo, por hacer esta tarea se le daba un dólar y a otro grupo se le daba 20 dólares por ello. La disonancia cognitiva surge en el momento en que tenían que mentir diciendo que la tarea es divertida cuando no lo es. Los resultados. Aquellos que recibieron 20 dólares justificaron la mentira pues el dinero la compensaba y eso resolvía la disonancia; los que recibieron un dólar simplemente se convencieron de que era divertido el experimento, pues la cantidad no era suficiente para mentir. Para Festinger la explicación del cambio está en que la persona justifica su disonancia cambiando la opinión sobre la tarea, viéndola divertida en lugar de aburrida y ese es el proceso seguido para reducir la tensión y conflicto surgido. Es decir, podemos decir que la disonancia cognitiva surge cuando la recompensa por el comportamiento incongruente con los valores previos, no es suficiente.
Como podemos ver, muchas son las conclusiones e investigaciones posteriores respecto al tema. Y seguro que a todos nos ha venido a la mente nuestra propia corruptibilidad y la que ya lamentablemente estamos acostumbrados a ver. Si nos enfrentamos a este dilema entre valores, creencias y dinero, por ejemplo? ¿Cómo actuaríamos? ¿Cómo se puede entender que personas que creíamos incorruptibles han caído en ello? Pero lo peor de todo, ¿Cómo se puede entender que haya personas que justifiquen y defiendan a los corruptos o comportamientos que chocan con valores fundamentales y culturales a pesar de ver una realidad? Creo que en la explicación teórica anterior tenemos bastantes respuestas a ello y a otras muchas cuestiones que se nos escapan a la comprensión. Sillones ganados y espacios de poder pueden ser suficiente recompensa para racionalizar muchas acciones disonantes.
Hay investigación muy relacionada con la disonancia cognitiva y la mentira y cómo usar determinadas estrategias para detectar a un mentiroso. Pero esto, ya, para otro post 😉
Y para finalizar con un guiño, un ejemplo muy claro de disonancia cognitiva en la gran pantalla y que hace alusión al título de este post, se puede ver en la gran película protagonizada por Demi Moore y Robert Redford, “Una proposición indecente”. De algún modo, en la película se ve el proceso que sufren los protagonistas ante un dilema moral y una conducta que les puede resolver la vida económica. A los espectadores, a todos nos provocaron hacernos la misma pregunta. A las mujeres, está claro… ¿Te acostarías con Robert Redford por un millón de dólares? Seguro que para muchas, sin duda, para otras nunca jamás y para otras, la respuesta es simple: “sí, ¿Con Robert Redford? Sin dudarlo y sin que me paguen” Si fuera con otro… ya, me lo pienso 😉
Referencias:
Festinger, L. (1962). Cognitive Dissonance. Scientific American.
Festinger, L. y Carlsmith, J. M. (1959). Cognitive consequences of forced compliance, J. of Abnormal and Soc. Psychology
Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo de Talento
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