Competencias docentes. El profesor universitario ¿nace o se hace?

Poco original he sido en la selección del título pues es típico y  un tópico utilizar esta cuestión para poner en jaque a las competencias profesionales sea cuales sean. Pero es que cuando hablamos de las competencias docentes, de la figura del profesor, viene a nosotros lo mismo que sucede con el personal sanitario; la palabra “vocación”. No se trata en este escrito de discutir si tal palabra existe empíricamente pero responde a la pregunta de si realmente se nace docente. Creo que no, no se nace con ello, puede que con el potencial sí, centrándonos en las Teorías de las Inteligencias múltiples y la diversidad de competencias y potencialidades. Pero a partir de allí, sí que debe existir el interés, la necesidad personal  de asumir la gran responsabilidad que se asume con la docencia, por el gran impacto que en los alumnos va a tener cada una de las palabras y actos que el docente desempeña en el aula y en los diferentes niveles educativos, siendo modelos y referentes para el desarrollo de competencias profesionales en el caso de los estudios universitarios. Por tanto, lo que haga, diga o muestre un profesor influirá en cada persona formada y en su futuro de un modo u otro. Por tanto, no creo que se ponga en duda que la profesión en sí misma es de alto impacto en otros.

Vale, ya tenemos las ganas, la actitud necesaria para ser un buen docente (dejo de lado en este post a los que lo son sin ganas), pero de motivación en sí misma no se crea un buen docente. El buen docente además debe de “SABER” de lo suyo, por supuesto, ser un excelente profesional, pero también debe saber de Psicología y Pedagogía para saber transmitir lo que sabe, cómo hacerlo y también saber evaluarlo. Pero además , no basta con la Teoría, debe SABER HACER y aquí todas las habilidades docentes se ponen en juego. Competencias comunicativas, aplicación de métodos didácticos diversos, desarrollo de materiales complementarios, utilización de medios, entre otras, son competencias necesarias. Ahora pongamos todas juntas y tenemos a un buen docente… o no. Quizás nos falta esa competencia clave que une y que es más que la suma de las partes: el SABER SER. Y es que un docente lo es o debería serlo por todos los poros de su cuerpo, precisamente por ser ese modelo para tantos, esa expectativa para los alumnos y ese gran impacto en su futuro profesional.

Llegados a este punto, la cuestión clave que deberíamos preguntarnos es por qué a los docentes universitarios no se les demanda estas competencias ni en los procesos de selección ni en el desarrollo de su carrera.  Quizás porque el criterio investigador sea el que prime sobre ello, en los propios procesos selectivos, incluso para los profesores asociados que han perdido el propio sentido de  su ser en la Universidad. Sea lo que sea, quizás la situación actual que estamos viviendo haya abierto el debate sobre ello, siendo el ámbito universitario el entorno educativo donde la formación on line tenga una mejor cabida y donde las competencias tecnológicas de los docentes se han puesto en entredicho. Y han sido esos docentes competentes, los que desean realizar su función en su máxima expresión de “saber y ser” quienes han demandado y han sido conscientes de la necesidad de formación metodológica y técnica para afrontar los nuevos retos a los que se enfrentan. Quizás sea este el momento de abordar esa formación especializada que todo docente debe poseer y comenzar a pensar (quizás ya tarde) sobre la posibilidad de programar esa formación para docentes universitarios, que integre todos los puntos del SABER y SABER HACER metodológico y con profesionales que potencien el SER, que incluya: 1.  Programación con toda su complejidad cuando tratamos de taxonomías de aprendizaje; 2. Estrategia metodológica y método didáctico; 3. Desarrollo de actividades y estrategias de aprendizaje; 4. Desarrollo de habilidades docentes; 5. Diseño y utilización  de contenidos y medios didácticos; 6. Evaluación… Y por supuesto, aquellas competencias que fueran necesarias, como desarrollo de la inteligencia emocional entre otras.  

Y esta formación es compleja, no es corta, no es de 10 horas, ni siquiera de 100 si se quiere realizar con unos mínimos de garantía. Es una formación que perfectamente podemos llevar a máster profesional. Y para este curso que empezamos en breve, no hay tiempo. La realidad es que los docentes,  con mucha probabilidad, se van a enfrentar a impartir una formación on line o híbrida según los casos, en los que todas esas competencias se van a poner en juego. Porque las medidas que se están viendo aplicar van enfocadas a la dotación de tecnología, pero no  a dotación metodológica. Y ello para docentes que en muchos casos no han utilizado nunca la tecnología como medio, que es su fin en sí mismo. La metodología, la estrategia, la habilidad es la de los docentes en ese medio. 

Llevo toda mi vida profesuional formando formadores y de ellos unos 15 años formando docentes on line y,  basándome en mi experiencia,  veo necesaria la toma de medidas urgentes e innovadoras para dotar a los docentes de las estrategias necesarias para afrontar los nuevos retos, no solo a nivel metodológico sino también del uso adecuado de los recursos didácticos que son diferenciadores en función de las materias a impartir. Una formación especializada, debido al tiempo que no se tiene, no va a ser posible en mi opinión organizándose en el modo tradicional de cursos ad hoc.

Mi propuesta es la de una formación continua desde el inicio formando grupos de profesores según materias a impartir y, como de un tutor mentor se tratara, un profesional especializado en metodología y tecnología docente asesorando y creando de forma colaborativa estrategias y actividades junto a los profesores, creando diferentes recursos educativos y aprendiendo las diferentes herramientas tecnológicas que cada especialidad tiene; porque no es lo mismo la formación en Ingeniería donde la realidad virtual puede ser uno de los recursos educativos a utilizar, que en la formación Humanística donde tomarán fuerza un mayor uso de habilidades comunicativas o de herramientas tecnológicas potenciadoras de modelos reflexivos. No podemos aprender todas las herramientas, pero sí aquellas especializadas y más adecuadas para cada sector. Me gustaría ver una formación de este tipo mediante ese proceso de mentoring y colaboración, dando soporte metodológico a los docentes, como lo hacemos en el ámbito de la consultoría e implantación de soluciones e-learning en las empresas. Se busca con ello eficiencia y eficacia en los procesos, precisamente para que el impacto buscado en la profesionalidad de nuestros alumnos, la calidad de la enseñanza aprendizaje y el SER docente no se vea mermado por la situación y sirva incluso para mejorarlo. Se trata de aprender haciendo, learning by doing, en este caso,  no en simulación sino en la realidad que se ha echado encima para los docentes. Pero además, quizás puede ser el modo y manera de futura; de igual modo que existe un soporte informático, ¿Por qué no un soporte metodológico que impulse y acompañe a los docentes universitarios en su quehacer diario, dotando al profesorado no de una formación larga sino de una formación continua y de apoyo en ello? Quizás lo que es salvar una situación puntual pueda ser una gran solución o apuesta por la calidad en la enseñanza pero también para prestigiar al docente a través de su la propia seguridad y confianza necesaria que todos necesitamos para desempeñar nuestro trabajo.

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga de las Organizaciones y desarrollo de Talento

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