Los beneficios de viajar; una forma de abrir nuestra mente a la experiencia

Quien me conoce sabe de la importancia que le doy a las emociones en todos los ámbitos de mi vida; de hecho, hago de ello una forma de vida y de relacionarme. Reconocernos en la emoción que en un momento dado nos embarga nos ayuda a gestionarla de forma correcta, porque solo podemos gestionar lo que reconocemos e identificamos. Hace unos años encontré en lo que a priori es un póster comercial, el Universo de emociones y en la metáfora que utiliza de las galaxias, representadas en las principales categorías emocionales como Alegría, Tristeza, Ira, Sorpresa, Ansiedad, entre otras, entrelazándose y conectando los viajes necesarios para relacionarlas y entenderlas. Últimamente he sentido la necesidad de compartirlo con personas que sabrán utilizarlo y hacerlo volar más allá de las galaxias y la metáfora que allí se recoge.

Irremediablemente, este tipo de viajes me lleva a los viajes reales, a los beneficios psicológicos que nos ofrece la experiencia de viajar y continuar la entrada que realicé sobre ello el pasado mes de abril «El viaje.

Según un estudio de la Universidad de San Francisco, nuestra felicidad no reside en la cantidad de objetos materiales que poseemos, sino en la cantidad de de recuerdos almacenados en la memoria a largo plazo. Thomas Gilovich, responsable de la investigación, afirma que “somos la suma total de nuestras experiencias” y que deberíamos invertir nuestro tiempo, no tanto en almacenar objetos que satisfacen en un momento puntual y que pueden servir de recompensa, como en almacenar experiencias y vivencias. Y viajar es un gran generador de esas grandes experiencias que se almacenan en nuestra memoria a largo plazo. El recuerdo y la rememoración de ellas es lo que hace que permanezcan ejerciendo un refuerzo positivo constante en nuestra percepción de felicidad. En otras palabras, dejamos de recordar el bienestar obtenido de la compra de aquel coche o de aquel vestido, pero jamás olvidamos aquella experiencia, aquel viaje que provocó vivencias desconocidas y/o nuevas relaciones diferentes a las habituales. No recordamos el tiempo, recordamos los momentos; podemos olvidar un concepto cognitivo, una reunión, una conversación banal, pero no podemos olvidar una emoción intensa vivida. Y viajar es una experiencia llena de momentos intensos en el tiempo, que jamás pasarán al olvido. Como reza una cita popular, «Hay lugares donde uno se queda y lugares que se quedan en uno»

Mucho se ha escrito sobre los beneficios psicológicos de la experiencia de viajar: nuevas emociones, relaciones, generación infinita de nuevos conocimientos, etc. Cuanto más larga la experiencia y más diferente la cultura, un mayor crecimiento sobre todo en la amplitud de miras y una mayor flexbilidad cognitiva y desarrollo de la empatía, pues nos ayuda a enfocar la vida con diferentes gafas para mirarla. Para mí, viajar es la mejor de las experiencias y origen de conocimiento sin duda, pero también fuente que nos ayuda a relativizar, a alejarnos de dogmatismos y en algunos casos a cuestionarnos a nosotros mismos. Viajar implica moverse también en esas galaxias del Universo emocional.

La elección del viaje dependerá de muchas circunstancias, entre ellas la económica que influirá directamente en el tipo de viaje, la acomodación o el modo, pero lo único que no puede faltar es la motivación para ello. Pero fundamentalmente dicha elección depende de nuestra actitud, motivación y ganas de vivir experiencias y sentirlas. Cambiar una rutina por otra recurrente nos ayudará a desconectar y descansar; cambiar la rutina por una experiencia nueva, además nos abrirá posibilidades añadidas. Y lo más importante, sabemos que generará una sensación de bienestar que se expresará no solo durante el viaje, sino en la preparación en sí misma y en los recuerdos generados durante toda la vida, provocando en nuestros recuerdos eso que llamamos sensación de felicidad.

Elegir el viaje de unas vacaciones o emprender un viaje vital sea cual sea, empieza por la actitud personal hacia ello; conocer las diferentes alternativas y destinos es dedicar un tiempo de disfrute en la planificación, dejarse llevar y mantener la mente abierta durante la experiencia es una elección; mantenerlas en la memoria y que se queden en nosotros para siempre, ya queda fuera de nuestro control. Pero, ¡qué maravilloso descontrol!

Y si ese viaje es tan corto como lo son unas vacaciones, pero un año lo suficientemente largo como para que pase al olvido si no se vive intensamente, elegir cada día tener el mayor número de experiencias diversas también forma parte de ese viaje que es la vida. Porque al final del todo, viajar es una forma de llenar líneas de historias que contar.

¡Gracias!

Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo

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