Publicado resumen en Diario del Altoaragón 31/03/2019
Políticos y administración… ¿En la nube tecnológica o en las nubes?.
Cuando recibí la invitación de Miguel Ángel Otín para escribir este artículo y mi visión sobre la Administración y la tecnología, vino a mi mente una conferencia que impartí en la universidad hace unos 5 años para docentes presentes y futuros, que titulé “Maestros en la nube o en las nubes”, para, desde el cariño y el sentido del humor, abordar una realidad que impactara en los oyentes; y es que es desde la autorreflexión, autocrítica y conocimiento de lo que hacemos, proponemos y defendemos, donde llega la acción y la motivación futura para emprender los cambios y la innovación. Retomo el título y la metáfora, porque en ese momento me dirigía a un buen número de personal de la Administración actual y futura, responsable de la educación de nuestros futuros jóvenes y quería llegar desde la reflexión más interna y personal como lo quiero hacer ahora; porque, ¿qué ha cambiado desde entonces cuando intentaba gritar que lo más importante que puede tener una sociedad que es la educación de las generaciones futuras estaba viendo pasar un tren de alta velocidad que debíamos como mínimo mirar e intenta alcanzar?

Los avances tecnológicos y las posibilidades que desde hace unos años se nos han abierto en todos los ámbitos sociales y económicos, son de tal magnitud que pueden llegar a sobrepasar la capacidad del ser humano para conocerlos y gestionarlos de forma adecuada; y algo de esto es lo que nos sucede actualmente cuando estamos bombardeados por tanta información en la actual sociedad del conocimiento. Algo muy humano es negar lo que es evidente cuando se desconoce y más humano todavía resistirse a los cambios que obligan a salir de la zona de confort a la que cada uno nos aferramos como verdad absoluta y preferimos quedarnos “en las nubes” porque subirnos a “la nube” en lo desconocido nos causa vértigo.

Y es aquí donde, en mi opinión, la Administración y los poderes políticos deben ser los líderes de esos cambios hacia la innovación, el progreso y el conocimiento y donde la tecnología, que llegó para quedarse, crecer y desarrollarse para ayudarnos a ello, cobra un especial protagonismo. El problema surge cuando crece a ritmos tan rápidos, lo que obliga a cambiar nuestros hábitos y a desarrollar nuestras competencias más rápidamente que de lo que hasta hace años estábamos acostumbrados; y “toca” nuestros miedos, inseguridades y nos sitúa en un desequilibrio constante entre lo que sabemos y deberíamos saber.

Desde hace ya dos décadas (muchos años son cuando hablamos de tecnología) se ha estado hablando de la denominada “brecha digital”, que lejos de hacerse pequeña, cuando la extendemos a todos los ámbitos, cada día es más grande. Esta realidad, que conocen bien las empresas cuando se enfrentan a nivel competitivo con una economía más globalizada, no ha impactado de la misma manera en el campo de la Administración en sus diferentes niveles y áreas. Y es la Administración pieza clave para liderar este reto, es quien debe proporcionar las herramientas necesarias como hace ya con algunos programas de innovación y tecnología, pero extendiéndola de forma transversal y liderar la adecuada gestión de resistencias y cambios que ayuden a lo local, autonómico y nacional a situarnos como país innovador y competitivo.Para ello, y en mi opinión, es clave no solo hacerlo para afuera, impulsando a las empresas y ciudadanos, sino trabajar dentro y desde dentro, empezando por las personas que conforman la Administración en todos sus niveles. De nada servirá impulsar políticas para abrazar la tecnología y sus posibilidades, si desde dentro no se trabaja en ello; porque no hay peor líder que aquel que no sabe qué es lo que implica lo que está liderando; y los cambios no se dan si quien los tiene que impulsar no se los cree y abraza, entre otras cosas porque debe convencer de sus bondades a toda la cadena participante.

La tecnología no es un tema exclusivo de un cierto Ministerio o de un determinado Depatamento; la tecnología es el medio, no el fin en sí mismo en la mayoría de los asuntos liderados por la Administración, un medio para optimizar los procesos, facilitar los trámites, realizar los controles necesarios y exigir con garantías el buen uso de los fondos públicos, algo que puede ofrecernos el tan afamado y gran desconocido “blockchain”, ese gigante gran desconocido con el que ya hemos visto importantes aplicaciones e imaginamos infinidad de ellas a corto y medio plazo.

He tenido oportunidad de intercambiar impresiones tanto con personas de empresa como de la Administración sobre blockchain y la mayor parte reconocen no saber exactamente de qué va. Honestamente, no sabría tampoco dar una explicación técnica de ello, pues para eso los profesionales que la desarrollan,, pero sí en lo que conozco, que son sus posibilidades de usuario y empresa, me abrazo a ella.

Y es que todo pasa por la formación de calidad y exigente de todos los eslabones de la cadena dentro de la Administración, e inexorablemente unida a una correcta gestión de los cambios y de las propias resistencias humanas, ganando con creces la mayor de todas, el miedo a lo desconocido; porque detrás de ello también habrá cambios, posiblemente reformulación de perfiles y creación de unos nuevos puestos de trabajo que hoy no conocemos, pero que indudablemente surgirán, también dentro de la Administración, por lo que la formación de las personas existentes y la intervención y cambios en los procesos cobra especial relevancia, pensando fundamentalmente en aquellas competencias transversales o soft skills como la flexibilidad, capacidad de aprendizaje y adaptación al cambio, entre otras.

Iniciativas como la integración del Gobierno de Aragón en Alastria y el abrazo al Polo industrial del blockchain me causan alegría y también una cierta incertidumbre sobre su desarrollo y aplicación futura; de cómo la sociedad en general puede beneficiarse de esta tecnología y de todas las venideras. Y como humana que soy, la experiencia me arrastra en esta opinión, pues en el desarrollo de mi profesión he visto el devenir de la formación e-learning impulsada por el avance tecnológico en las dos últimas décadas y las grandes posibilidades que hoy en día tenemos para desarrollarla… Y las que vendrán…; y lo que son estos últimos 20 años en tecnología , en otros ámbitos científicos hubieran supuesto siglos de desarrollo. Sin embargo y en paralelo, la forma de gestionar y controlar por parte de la Administración el desarrollo de esta formación y fundamentalmente en la gestionada por fondos públicos, no ha ido ni va al mismo ritmo que el propio avance e innovación de los procesos formativos, viéndose superada en algunos casos y abocada en otros, hacia formas de hacer tradicionales en el intento de gestionar y controlar malas prácticas de terceros aprovechando la “brecha”.

No solo es el blockchain quien nos abre grandes oportunidades para gestionar de forma eficiente y óptima; es una tecnología más de entre todas ya existentes, que por desconocidas, no son menos importantes; esas que nos colocan en el mundo y para el mundo estemos donde estemos. Esa tecnología que nos genera miedo cuando nos avisan sobre el peligro de vulnerar la protección de nuestros datos personales, pero que al mismo tiempo es la solución para ello; esa que tememos tanto pero que al mismo tiempo no queremos prescindir de ella. Porque… ¿quién quiere prescindir hoy en día de internet? Hace 20 años vivíamos sin él y sin móvil… ¿Nos hacemos una nueva pregunta dentro de 20 años?

Abogo por la responsabilidad de todos para que la tecnología cumpla su cometido, que nos montemos en el tren de la “nube” con formación de calidad; apuesto por nosotros y le pido a nuestros gobernantes que no se queden “en las nubes” mientras el mundo, la sociedad y las empresas avanzan; que se monten en el tren, que salgan de lo conocido y apuesten por la innovación; si lideran esto, las empresas y ciudadanos en general, muchos con ansias ya desde hace tiempo, cogerán el tren y lo impulsarán conjuntamente desde un binomio indisoluble cómo es formación+ tecnología. Termino mi escrito añadiendo algo a la última frase de Miguel Ángel otín sobre este tema en su artículo el domingo pasado

Comparto su deseo en que se deje trabajar y se potencie la inversión en innovación y tecnología, pero también que se trabaje desde dentro; de otro modo, nos encontrarnos en trenes y nubes diferentes.