« Pensar, en sí mismo, es peligroso» Hannah Arendt (1906-1975)
Estas últimas semanas me ha perseguido el nombre de una gran mujer en diferentes momentos y conversaciones y que me han invitado a leer e investigar sobre ella. Hannah Arendt, una gran teórica política, filósofa y primera mujer docente de la Universidad de Princeton, hoy en día está de plena actualidad a través de sus escritos y pensamientos legados en sus obras. Leer a esta autora es leer pensamientos libres, rebeldes y gritos desgarradores hacia la libertad del individuo, del hombre en sus diferencias individuales; una vida de lucha contra la idea del pensamiento colectivo y de la ideología como modo de pensamiento.
Nacida en Hannover y de origen judío fue testigo de una época histórica de violencia en las dos guerras mundiales del siglo XX y que la hizo consciente de la gran fragilidad y vulnerabilidad de los seres humanos ante los totalitarismos y fuerzas del poder. Una y otra vez en sus escritos y clases decía «Los enemigos de la libertad cambian, pero no desaparecen». Arendt habla sobre el «mal banal«, ese mal extremo que se caracteriza por motivos no racionalizables, situando su origen en falta del pensamiento crítico, en la escasez de reflexión y criterio. En sus diferentes obras y concretamente en «Los orígenes del totalitarismo» analiza de forma exhaustiva las razones que llevan a los ciudadanos a convertirse en seguidores y acólitos, súbditos pasivos de fórmulas dogmáticas y totalitarias, seducidos por estrategias y falsedades constantes y el desprecio por los hechos reales.
“No existen pensamientos peligrosos por la sencilla razón de que el pensamiento en sí mismo es ya una empresa peligrosa”, dijo Hannah Arendt en su última entrevista en la televisión francesa. Una de las principales ideas de Arendt sobre el pensamiento, es el espacio que se abre en el diálogo interno para cuestionarse a sí mismo, a la conciencia y por tanto, la apertura para evitar el mal. El pensamiento nos prepara para ser y estar en el mundo y nos prepara para el juicio.
“Si la capacidad de distinguir el bien del mal resulta tener algo que ver con la capacidad de pensar, entonces debemos ser capaces de ‘exigir’ su ejercicio a toda persona cuerda, por muy erudita o ignorante, inteligente o estúpida que sea”. Algo central en la teoría de Arendt es que el pensamiento y el espíritu crítico no es algo exclusivo de las personas intelectuales; el pensamiento y la capacidad de pensar debe ser universal; de lo contrario, las personas pueden alejarse de la realidad de lo que se está dando a su alrededor. Ello significa que todo el mundo tiene el deber de pensar.
No podía teorizar sobre estas cuestiones sin centrarse en aquello que desarrolla ese pensamiento y ese espíritu crítico, vinculando la crisis educativa con una crisis social y de valores, centrado en la crisis de la autoridad del adulto, dejando a los niños con referentes únicos en sus grupos. Arendt escribe sobre la educación: ‘“La Educación es el punto en el cual decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una responsabilidad por él, y de esa manera salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no apareciera lo nuevo, lo joven. “.
Decir que estamos en una crisis en Educación en nuestra sociedad no es nuevo. Muchos somos los que reforma tras reforma educativa vemos la inestabilidad y la condena a nuestros niños y jóvenes a una edad adulta cada vez más carente de elementos básicos que les permitan pensar por sí mismos y crear algo nuevo, diferente a lo establecido y lejos de los dogmas y realidades sociales que deberían poder cuestionar para decidir y actuar con criterio y libertad.
Las lecciones y legado de esta autora en sus ideas, teorías reflejadas en sus escritos y obras son de sobra conocidas y de plena actualidad; las acciones derivadas en la Educación de nuestros niños y jóvenes vienen por sí solas. He encontrado numerosos artículos científicos que analizan sus ideas en las que relaciona la crisis educativa con la llegada de las pedagogías del siglo XX que alejan la responsabilidad y la acción en el mundo a los jóvenes en procesos que llama de «infantilización» generalizada. Dichos estudios consultados han despertado mi curiosidad y me invitan a seguir investigando. Todo gira en torno a la idea central sobre la necesidad de hacer del pensamiento , del espíritu crítico, el centro de todo en nuestros procesos educativos: crear la necesidad de pensar en nuestros niños y jóvenes.
Quien me conoce, me ha leído o escuchado, sabe de mi grito constante hacia el desarrollo del espíritu crítico y la capacidad de pensamiento individual, mi crítica a la desaparición de la filosofía como materia de estudio en nuestras aulas, ésa que servía para cuestionar y cuestionarse (siempre que se enseñara bien, claro), la importancia del esfuerzo y la atención a las motivaciones humanas que despiertan la curiosidad e impulsan el aprendizaje, mi crítica por la adquisición de meras competencias al más estilo conductista sin cuestionar o hacer cuestionar las «verdades», mi postura cientifista en el desarrollo de la labor docente y la postura de provocación de ideas que nuestros docentes deberían tener en sus competencias. Pero de todo lo que he leído de Arendt y que quiero compartir aquí, lo que más me atrae de ella y con lo que me identifico, es que ella «quería entender» y lo hacía con una valentía envidiable. No libre de polémica precisamente por ello, bajo mi punto de vista, su legado, su obra, no nos dice sobre qué pensar, sino cómo pensar, o simplemente nos invita a pensar y a las consecuencias de no hacerlo, poniendo en evidencia la inestabilidad del conocimiento y de la debilidad social de quienes somos responsables de la Educación de nuestros jóvenes.
Para pensar… ¿no?
¡Gracias!
Patricia Tisner Laguna – Psicóloga Organizaciones Formación y Desarrollo
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